Aún recuerdo el momento en el que abrí los ojos, todo era oscuridad a mí alrededor. No sabía dónde me encontraba, ni cómo es que había llegado aquí. Poco a poco mis ojos se empezaron a adaptar a la penumbra, al tiempo en que un escalofrío me abrazaba y en mi mente resonaba “¡Bruja, bruja!”.
Intenté gritar pero solo salió humo de mi boca, extrañada por aquél hecho, levanté mis manos para llevarlas a la garganta, pero al momento de hacerlo, noté que estaban calcinadas. Antes de que pudiera reaccionar, a mi cabeza volvió a estallar aquél hórrido sonido “¡Bruja, bruja!”; esta vez eran varias voces las que escuchaba gritar en mi interior.
Quise correr, pero en el intento mis pies se convirtieron en cenizas, y ante la inminente caída un brazo se me rompió. Fue cuando lo entendí, el dolor físico me había abandonado. (¡Bruja, bruja!), pero el terror psicológico me seguía acompañando.
(¡Bruja, bruja!) Pese a que solo escuchaba las voces en mi cabeza, sentía que el peligro me acechaba. (¡Bruja, bruja!), los gritos se iban intensificando cada vez más y más. (¡Bruja, bruja!), el miedo comenzaba a consumirme. (¡Bruja, bruja!), la razón me empezaba a abandonar, la locura no tardaría en llegar. (¡Bruja, bruja!), mi mente estalló y la calma me invadió.
Poco a poco comencé a recordar quién solía ser, era una mujer que gustaba de la ciencia y de ayudar a la gente con esta; muchos me agradecían, pero también había quienes me acusaban de practicar la hechicería. Dado a esto fui amenazada, fui perseguida, fui torturada. No entendía –y aún sigo sin hacerlo- por qué, por el simple hecho de ser mujer, no se me permitía aprender sin ser acusada de hechicera.
(¡Bruja, bruja!), nuevamente acudieron a mí esos gritos, robando consigo la falsa tranquilidad que pensé había alcanzado. (¡Bruja, bruja!), esta vez los gritos venían acompañados de imágenes. (¡Bruja, bruja!), veía una horda enfurecida acercándose a mi casa, (¡bruja, bruja!), tiraron la puerta e irrumpieron con violencia a mi hogar, (¡bruja, bruja!), no tuve tiempo de correr, puesto que entre varios me agarraron, me golpearon, me amarraron, (¡bruja, bruja!), mis libros, mis muebles, mi todo destrozaron, (¡bruja, bruja!), el fuego iniciaron, (¡bruja, bruja!) el humo comenzaba a asfixiarme, (¡bruja, bruja!), las llamas me alcanzaron y mi cuerpo comenzaba a quemarse.
(¡Bruja, bruja!) Pese a que solo se trataban de imágenes de mis recuerdos, sentía como si nuevamente volviera a experimentar esa pesadilla. (¡Bruja, bruja!), de nueva cuenta sentía como mi piel se escocía, (¡bruja, bruja!), poco a poco mi consciencia se iba apagando, (¡bruja, bruja!), mi mente finalmente se nubló, (¡bruja, bruja!), y fue cuando entonces desperté a esta, mi terrorífica y nueva realidad, (¡bruja, bruja!), creo que nunca podré descansar.

Liliane Ortega Ocampo es de la Ciudad de México, amante de las artes. Le gusta expresarse a través de palabras, dibujos y sonidos, porque su alma es inquieta y siempre tiene algo que decir.
Gracias Liliane muy bien!
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