Griselda Córdova: Sea su propio dios

Al signar el consentimiento informado, el arrepentimiento dejó de ser opción. Ahora, en nombre de la ciencia, mi único y último oficio consistía en caer. Eso, y llevar un registro de mis últimas palabras antes de que suceda.   Experimentar el Horizonte sólo había sido posible, hasta el momento, gracias a la precisión casi perfecta de los simuladores, pero sobre todo a partir de la formulación de una metafísica cuántica. Todo en el terreno de la abstracción más verosímil, pero abstracción, a fin de cuentas. Los registros comunales, que comprendían desde sus inicios hasta hace poco más de dos décadas, demostraban … Continúa leyendo Griselda Córdova: Sea su propio dios

Valeria Colín: La no madre

Te veo buscando unos cerillos. Me gustas. Tu apariencia de gato, tus movimientos de onda. ¿Me das fuego? Te pido sin saber que la oración es casi un conjuro. Durante el invierno nos conoceremos mejor; aprenderemos las formas, los pliegues, los olores. Tú hueles a manzanas, yo a pan de elote. Pasaremos largas horas en tu departamento, hablando hasta que las palabras dejen de tener sentido por sí mismas y empiecen a darnos sentido a nosotros, dos seres con dos historias. Se tejerá en nuestra memoria la imagen precisa del otro. Me besarás. Yo, friolenta y sin herramientas para templarme, … Continúa leyendo Valeria Colín: La no madre

Gema Mateo: ¿Quién me mirará?

Son las tres de la tarde, arriba, las escasas nubes se contonean de un lado a otro, abajo, mis pies cansados e hinchados se sumergen en el asfalto caliente. No he vendido nada, así que regreso al cuarto, a lo lejos diviso el edificio. Un esqueleto más que un cuerpo, tatuado de grietas, en cada centímetro el moho se cuela entre ellas. Al entrar a este cuarto la oscuridad recorre todo el perímetro y percibo el aroma a humedad en las paredes que habito. Me parece que aquí adentro es más sofocante que caminar allá entre toda la gente que … Continúa leyendo Gema Mateo: ¿Quién me mirará?

Itzel Rocillo: Vendrán las lluvias suaves

Estabas demasiado cansada para poder seguir maquilando chamarras de lentejuelas, sin querer se iban cerrando tus ojos para poder descansar, aunque sea unos segundos. Es algo normal en el cuerpo humano, necesita descanso, dormir algunas horas para liberar las hormonas necesarias y no enloquecer o morir. No puede ser de otra manera, llevas tres días cosiendo sin parar esas lentejuelas coloridas, solo haz parado un par de minutos para mascar el supuesto alimento que te dejaron los supervisores del área y otro par de segundos para tragar unos buches de agua contaminada, alimento y bebida insuficiente para una jornada laboral … Continúa leyendo Itzel Rocillo: Vendrán las lluvias suaves

Karla Arroyo: El botón

Respiré profundamente, aunque eso podría significar robarme el último aliento de vida dentro del casco ante un percance. Y es que me enfrentaba a la decisión que determinaría la subsistencia de la humanidad, en un simple acto motriz, que cualquiera podría ejecutar: presionar un botón. Aunque, después de todo. ¿Cómo terminé ante semejante responsabilidad? El ser con menos rango en la nave. Cada paso en mi existencia, cada nivel de entrenamiento y acción circunstancial me llevaron justo a este momento, mi propósito fue revelado al final. Los dedos me tiemblan ante la expectación de la cuenta regresiva, llegar a cero … Continúa leyendo Karla Arroyo: El botón

Un cuarto propio: Jimena De los Santos

Había terminado de barrer el piso de abajo, lo que pareció una eternidad; días u horas, daba igual, porque el cansancio le pesaba sobre los hombros, ya que el trabajo para mantener la casa limpia nunca terminaba. Al fin, solo faltaba la cocina, el gran santuario de historias que entre hervores y especias se iban relatando. Antes de entrar, recordó muy bien la enseñanza de su padre, don Emigdio: “las viejas deben entrar a la cocina con los pies descalzos y muy calladitas, no quiero ruido de cacareos en la cocina, solo la música de los guisos y las ollas”. … Continúa leyendo Un cuarto propio: Jimena De los Santos

Inés Arredondo: Orfandad

Creí que todo era este sueño: sobre una cama dura, cubierta por una blanquísima sábana, estaba yo, pequeña, una niña con los brazos cortados arriba de los codos y las piernas cercenadas por encima de las rodillas, vestida con un pequeño batoncillo que descubría los cuatro muñones. La pieza donde estaba era a ojos vistas un consultorio pobre, con vitrinas anticuadas. Yo sabía que estábamos a la orilla de una carretera de Estados Unidos por donde todo el mundo, tarde o temprano, tendría que pasar. Y digo estábamos porque junto a la cama, de perfil, había un médico joven, alegre, … Continúa leyendo Inés Arredondo: Orfandad

Sara Pizarro: El trabajo de todos los días

Corría a toda velocidad. Que emocionante es verla ir contra el viento con tanto apuro, dejando una estela de rojo y azul en las calles, con su sirena tan potente interrumpiendo la calma. ¿Llegaría a tiempo? Un espectacular accidente de tránsito ocurrió seis cuadras más allá. Sí, sé lo que pasó pues yo lo provoqué. ¡Fue divertido! Un niño iba de la mano de su madre, con una pelota azul debajo de su otro brazo. En un descuido del pequeño, le di un leve empujón a la pelota y cayó el piso. Recordar el momento mágico en cámara lenta es … Continúa leyendo Sara Pizarro: El trabajo de todos los días

Ana Gabriela Morales: Zona del Silencio

La fantasía se va confundiendo con la realidad a cada paso. Cuando la hicieron entrar casi a rastras a ese cuarto frío y le pidieron identificar su cuerpo, Cora se acercó demasiado, con los ojos llorosos muy abiertos. Parecía él, pero necesitaba buscarle las pestañas de aguacero tupido, necesitaba acercar su nariz a esa zona del cuello, casi detrás del oído. Dame un sorbito de felicidad, déjame acercarme para percibir nuestro aroma en tu piel. ¿Dónde terminas, canija, en qué parte de mi ser? Juega conmigo a oler los recuerdos de nuestra historia. ¿Quieres un cafecito con canela? No. No … Continúa leyendo Ana Gabriela Morales: Zona del Silencio

Rakel Hoyos: El planeta de las brujas

De regreso a la nave, Ikber pensaba en lo que le diría a la capitana sobre el fracaso de su encomienda. No era el temor a ser reprendida lo que le preocupaba, sino la frustración por no haber logrado su cometido. La confundían también diversos sentimientos que le provocaron los terrestres. Sabía que el planeta era poco avanzado, pero nunca imaginó que en tales dimensiones como las que había tenido que presenciar. Cuando la tripulación arribó a la Tierra, se planteó que la misión duraría poco tiempo. Adaptaron sus comunicadores a los distintos idiomas que se hablaban en el planeta … Continúa leyendo Rakel Hoyos: El planeta de las brujas