Cristina Perbian: Fantasma

Me subí al metro y te vi, eras el reflejo que estaba detrás mío en el reflejo del reflejo de un encuentro entre las puertas. Tu silueta erizó mi piel sin siquiera tocarte, aunque tal vez, nuestras siluetas se encontraron en ese espacio de imposibilidad. Te sentí e l e c t r o cutante. Un temor asfixiante empezó por nublarme la intención de voltear y confirmar que eras tú, porque después de tanto tiempo sin verte, podría haberme equivocado en reconocer tu cabellera larga y esponjosa; tu cuerpo tan ensimismado en un vestido bonito y colorido, con tu sonrisa pintada y esos ojos grandes grandes que yo vi, alguna vez, tantas veces. El vagón empezó a llenarse de tantas mujeres que me sentí con la confianza de mirar, porque quizá no me verías entre la multitud. No eras tú. Una silueta parecida, equivocada, pero tú no. Suspiré un alivio escondido en la panza, que lentamente fue sofocado por el miedo. Miedo a verte otra vez, a la tú tú o a la tú fantasma. Últimamente sucedían estas extrañas apariciones, de pronto llegabas, ahí donde el recuerdo hacía temblar.  

La mañana de aquel viernes donde te hablé por última vez, fue el día donde acabó nuestra amistad. Una taza de café al centro de la mesa y cientos de mensajes vibrando en mi celular. Fue tan fácil cortar toda comunicación contigo: clic en la parte superior derecha, clic en «bloquear». Ahogué todo mi enojo sorbiendo el café, quemante, amargo, como todas las palabras que me escribiste. Un rompimiento de larga distancia, tan invisible, fantasmal. Hubiera querido decirte todo lo que me lastimó de ti, lo que nos herimos seguramente, pero hace tiempo que dejamos de vernos a los ojos para conversar. Práctica extinta, también fantasmal.

Extrañamente, empecé a verte después de haber cerrado nuestro chat. El sistema y su intención recalcitrante de tecnologizar los afectos, que los vínculos, ¿se reducen a esto? Los recuerdos que tengo de nuestra amistad están escindidos, lo real de lo virtual. En ambas dimensiones, siempre te quise, en ambas nos sentíamos juntas. Cuando tomarnos de la mano significaba escuchar a los Cults al mismo tiempo, coreando “you and me always foreeeeever” de nuestra playlist de BFF, mientras tú te bañabas y yo lavaba los platos, cada una en su propia casa. Me recordaba a nuestra vieja costumbre de ir a comer un helado, tomadas de la mano mientras escuchábamos a la Javiera Mena; porque después de haber llorado tanto por contarnos las decepciones amorosas de la juventud, creíamos tomar la energía pop que se necesitaba para sentirnos las más “acá entera pa´ mí”, a las que nunca más les romperían el corazón. Y ahora nos lo rompimos, o te lo rompí, al bloquearte.

¿En qué momento la vida nos separó tanto? Un “hola, ¿cómo estás? Un mensaje sin respuesta. Palomitas azules. Semanas después, un “bien, y ¿tú?”. Conversaciones lejanas. Una foto de “¿te acuerdas?”. La tú fantasma me veía al fondo del vagón mientras la lluvia afuera caía repleta de canciones que bailamos en una azotea de la ciudad. Me quité los audífonos para no verte más. Pero te encontraba cual sombra de las cosas que alguna vez disfrutamos juntas, de los lugares en los que estuvimos. Se acabó la música y tu silueta seguía ahí, como si esperaras algo, ¿de mí? Esa fría ansiedad que me subía por las piernas de pensar en aquel mensaje que te escribí, el que no pude enviar. Empecé a angustiarme tanto. El encuentro físico a voluntad me parecía tan antaño que no sabía de qué forma debía reaccionar. ¿Abrazarte?, ¿decirte “hola, amiga”?, ¿me responderías? Y si resultaba un fracaso, ¿en qué lugar de mi vista estaría el botón para bloquearte? Me puse los audífonos pensando en que era una imaginación mía. Un error de memoria provocada por la alternancia de dimensiones.

Voy directo a la luz

De todas las estrellas

Mucho miedo me entrega

Ni tu mano me das

Cuando miro mi error

Se me nubla la vista

Finalizo la lista

Cuando sola se está 

Cantaba la Mena nuestra canción. Me sentía tan culpable por haberte sacado de mi lista sin respuesta. Yo no quería seguir leyendo tus mensajes leídos con una voz mía, tan fríos, tan llenos de puntos, de largos enter comepalabras que parecían notas de “inserte aquí lo que usted quiera leer”. Y yo leía el odio entre líneas de los muchos mensajes que mandabas cuando te ignoraba porque tú lo hacías primero. Pensaba que tú leías esos espacios de un “está bien” como un nomeimportas colado en la lista de errores ortográficos. Errores que cambiaron la sintaxis de los desacuerdos. Y empezamos por cambiar los gestos que nos hacían amigas por una que otra figurita adornada de sonrisas, que no eran las nuestras. 

La tú fantasma seguía ahí, como todos los días en que deseaba borrarte de mi vida, pero recordaba las veces en que ya no quisiste verme más. Me enviabas links de collages que hacían de poemas en el Instagram. Y te respondía con un “me gusta”; un mensaje no enviado: ¿y si vamos por un café?. Conversaciones codificadas en una serie de imágenes y botones que suplantaron el: ¡sí, vamos! La tú fantasma me miraba extrañada. La mirada que imaginé que hiciste cuando te respondí que últimamente, si me escribías, era para quejarte de otras amigas tuyas. Este error mío, en los silencios distantes llenos de figuritas sorprendidas, de no haberme dado cuenta de cuánto habíamos cambiado, que preferí seguir leyéndote evitando la posibilidad de que yo también fuera la queja de otro chat. Un fusible que abrió este espacio fantasmagórico que ahora me obliga a verte. La herida. Los momentos nuestros, de “acá entera pa´mí”, estaban completamente separados de las nosotras en línea. Y otro error. Un vacío, de reacciones e l e c t r o cutantes que sentí en ese lado extraño de nuestra historia. 

Mucho miedo me entrega

Ni tu mano me das

Cuando miro mi error

Se me nubla la vista

¿En qué momento las conexiones neuronales se habían fusionado con la corriente electromagnética del WA? Las dimensiones se cruzaban intermitentes. La tú fantasma frente a mí como un desgarro en mi pantalla. Corté el circuito, aniquilando nuestro vínculo en la dimensión virtual. ¿Del otro lado estaría la tú tú esperando mi respuesta? Parecía que el servidor no respondía ante tal catástrofe. La ruptura de los vínculos creados hace más de una década debía hacerse desde el origen. 

Cuando miro mi error

Se me nubla la vista

Pensaba en dar clic en “desbloquear”. El temor asfixiante. Debía enviar el mensaje. El vagón seguía en marcha lentamente por la lluvia, ralentizado como aplicación sin actualizar. Nuestra canción seguía sonando, palpitando rítmicamente en mi pecho. Di clic, luego clic en “enviar”. Cerré los ojos, confiando en que al abrirlos ya no estarías tú, la tú fantasma. Había dejado escrito aquel mensaje en la bandeja del chat. Abrí los ojos.

Se me nubla la vista

Tú también me habías bloqueado. Ya no habría forma de reparar el error, de llegar al origen. La carga del fusible de las corrientes electromagnéticas estaba en su punto más alto. La lluvia caía repleta de reflejos quebrándose en los vidrios de las puertas. La tú fantasma seguía ahí en el fondo del vagón, mirándome. Un desgarro de imágenes en las pantallas, en mis ojos. El reflejo de mi silueta ahora era tan parecido al tuyo, tan fantasmal. Nunca pudiste leer mi mensaje. Errores que cambiaron la sintaxis de nuestras existencias en todas las dimensiones.

Finalizo la lista

¿En qué momento me convertí en fantasma?

“Inserte aquí lo que usted quiera leer”.

Cuando sola se está 

Cristina Perbian. Nací en la Ciudad de México. Soy parte de la primera generación de la Escuela Feminista Comunitaria de Creación Literaria de Ingrávida. Soy madre, feminista, pedagoga; ahora me reconozco escritora. Colaboro con Tallercitas Feministas por el gusto de estar en relación. Recientemente gané el premio nacional para Mujeres Cuentistas de Ciencia Ficción de Imaginarias Premio.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s