Cientos de hombres llegan a la orilla del mar donde yace un astronauta gigante. Un equipo valiente de pelo en pecho, de esos que van a las barber shop, inspecciona el área antes de intentar abrir el traje del individuo tendido. Lua, Amaranta y yo venimos preparadas con nuestros dispositivos móviles de divertimento para participar en el espectáculo y tener una mejor experiencia. También trajimos palomitas en abundancia. Montamos nuestro campamento en una cima cercana, tenemos la mejor vista.
Somos hijas de la tribu Luciérnagas. Nos emancipamos de las madres que no nos dejaban hacer nada. Nos infantilizan por ser más pequeñas en talla y edad. Censuran nuestras ideas, por ejemplo, el uso que hemos dado al polvo de ácido sulfúrico que produce y cae de nuestro cabello. Ahora nos nombramos Relámpagas. Hemos creado nuestra propia comunidad en un lugar estratégico donde nadie nos molesta, además, instalamos un taller de artefactos de alta tecnología donde creamos sin restringir nuestra imaginación descabellada.
Los astronautas colosales atraviesan la corteza planetaria con intenciones aún desconocidas. Hasta ahora han sido inofensivos pues mueren al entrar a nuestra atmósfera; no obstante, son fuente de temor para los hombres, que pelean con adversarios imaginarios inventados a partir de su mitología y terminan matándose a sí mismos. Las llamas solares crecieron aceleradamente los últimos millones de años. La incandescencia cubre el cielo y los rayos reverberan en los océanos hirvientes provocando un encandilamiento con efecto aguamarina. Las mujeres evolucionamos junto al planeta. Nuestra piel traslúcida refracta la luz y el calor, además somos capaces de ver a través del deslumbramiento. Ellos crearon trajes robóticos para protegerse de la calcinación y lentes oculares que apenas les permiten ver sombras. Hace mucho dejaron de dañarnos pues no pueden vernos ni percibirnos ya que nos camuflamos con la naturaleza lumínica.
El atardecer ha dado inicio. Los hombres salen de las barber shop en manada. Están más peludos que nunca ya que acaban de inventar una crema que acelera el nacimiento de vello. Ahora se rascan constantemente porque no previeron la llegada de insectos parásitos invisibles para ellos, piensan que su malestar es provocado por su dios omnipotente y practican nuevos ritos religiosos. Y es que andan eufóricos con la llegada de Max 5.0, así le pusieron al quinto y último de los misteriosos astronautas venidos del espacio. Han rodeado la zona con aparatosos e inútiles tanques bélicos que aplastan los minerales fosforescentes de los que está compuesta la arena de la playa. Por fin constataron que el ángel caído, así le apodaron algunos, no es peligroso, por lo tanto, han decidido abrir su casco para entrar a inspeccionar.
Las madres desaprueban que nos divirtamos con estos sucesos, pero estamos muy emocionadas. No solo hemos venido Lua, Amaranta y yo, muchos otros grupos de amigas de la tribu se han instalado a la redonda con sus propios artefactos móviles que, por cierto, robamos de las barber shop para decodificarlos a nuestro antojo. Todas estamos organizadas. Algunas grabarán en video, otras harán la fiesta para festejar después del acontecimiento. Hemos trabajado en conjunto desde hace semanas, nuestra coordinación es perfecta.
Miles de hombrecillos están ya formados. Se persignan y murmuran oraciones. La noche ha llegado. Siempre eligen las horas nocturnas para realizar sus hazañas pues el calor les impide realizar actividad vigorosa a plenitud. Así dicen ellos: actividad vigorosa a plenitud. Ahora abren el casco de Max 5.0 y con actitud heroica comienzan a entrar enfilados a la boca del lobo, marcan el paso en una graciosa marcha como lo hacían sus antepasados. Todas nosotras, las Relámpagas, estamos listas.
Una vez que han entrado hay un silencio expectante. De un momento a otro, al oprimir un botón, el casco se cierra como el telón de un teatro, no obstante, la función ha comenzado. Los barber shop que vigilan el acontecimiento desde la periferia comienzan a ponerse nerviosos, esperan instrucciones de su superior, el máximo pelo plateado. Otro botón es oprimido y la cabeza del coloso gira en un movimiento casi imperceptible. En seguida, una serie de pulsaciones en perfecta sintonía abren paso y, como si fuera un milagro, Max 5.0 comienza a levantarse con dificultad como si despertara de un largo sueño criogénico. Los tanques se distancian, levantan sus torretas, los francotiradores están que listos para actuar y un barullo se escucha. Las Relámpagas aplaudimos con nuestra luz.
Los hombres están impresionados, no saben qué hacer y las especulaciones surgen. Cuando el gigante comienza a caminar hacia ellos de inmediato se dividen en distintos bandos, unos no esperan un segundo para reflexionar la orden del máximo pelo plateado de abrir fuego, otros se alejan al margen a rezar e improvisar planes de defensa y ataque. Nadie confía en nadie, el horror hace que se rasquen más. Y es que tienen tres hipótesis. Uno: que los hombres que entraron en Max 5.0 han tomado el control sobre él traicionando su pacto sagrado con la hermandad de peludos. Dos: que, en efecto, el coloso es un ángel caído enviado por dios todopoderoso, ha tragado a los que entraron por pecadores y ahora habrá que rendirle tributo. Tres: que el astronauta realmente no estaba muerto y despertó de su letargo sin previo aviso, ahora se dispone a atacarlos para llevar a cabo una colonización, llamará a sus compañeros intergalácticos para esclavizarlos por el resto de la eternidad.
Las detonaciones se estampan en el traje del astronauta logrando algunos rasguños. Nuestro momento ha llegado. Lua, Amaranta y yo colocamos nuestros índices en el botón rojo de nuestro dispositivo móvil, contamos hasta tres y apretamos juntas. Al instante, el casco comienza a girar cada vez con mayor velocidad en su propio eje igual que un globo terráqueo enloquecido. A través del visor las centellas afloran. El movimiento ha activado las cápsulas de polvo sulfúrico multicolor que previamente colocamos. A pesar de que están fuera de peligro, el incidente termina por trastornar a los hombres y al instante un combate se manifiesta.
Grupos de rebeldes han asesinado al máximo pelo plateado. Un nuevo arsenal pesado llega a la playa a vengar al líder. El cielo está cubierto de armamento aéreo. El astronauta baila una graciosa danza mientras las explosiones nos deleitan con su espectáculo policromático. Las Relámpagas nos llenamos de júbilo y no dejamos de apretar botones para animar a nuestro muñecote. Por los aires, es lanzada una bomba marca acme, su arma más letal. La detonación titánica impacta sobre la cabeza del gigante y un último e impresionante castillo de fuegos artificiales cubre el cielo. El horizonte es un árbol de navidad de estrellas. Nosotras mismas brillamos junto a todas las especies que componen el mundo y el universo entero. Del enfrentamiento, gritos de dolor pueblan el ambiente. Huele a carne chamuscada y reímos.
Cuando el espectáculo termina los sobrevivientes se retiran a las baber shop y nosotras nos reunimos en un festín con decoraciones en tonos arcoíris, donde las compañeras encargadas de nuestro observatorio nos informan sobre la próxima llegada de un nuevo astronauta descomunal. Los cálculos indican que aterrizará en los próximos meses. Una lluvia de ideas surge para organizar el próximo espectáculo.

Yuri Bautista (Morelia, Michoacán, 1986). Soy escritora, tallerista y profesora. Coordino el proyecto Sonámbula: Círculos de especulación de mujeres (@sonambula.escritura). Algunos de mis textos forman parte de las siguientes antologías: Inoportunas: Antología de cuentos I (Atrabancadas, 2021), Siniestras: Antología de cuentos de mujeres que incomodan (Especulativas, 2021), Raíces a una voz: Antología literaria FiliT 2022 (Silla Vacía, 2022), entre otras.