Sara Pizarro Romero: Quince años

Era la última de la fila de cinco; ahora es su turno. Pequeñas luces iluminan el camino empedrado frente a ella. Ahí, sola, mi hermana tiembla cuando sus pequeñas manos desatan los lazos que sujetan su capa y la deja caer al piso, mostrando el hermoso y voluminoso vestido blanco, confeccionado especialmente para la ocasión. El jefe del pueblo le da una copa y ella se acaba la bebida de un gran sorbo. Es una mezcla de hierbas medicinales que te desinhiben totalmente, un brebaje asqueroso.

Es el momento de la verdad. Aquí es donde todo inicia …

*****

Caminaba de un lado a otro, pensando en cómo zafarse de la situación, pero era imposible. Todos pasamos por lo mismo cuando cumplimos quince años.

—No quiero hacerlo… ceremonia… vestido… baile… no… —se repetía una y otra vez, como si con ello pudiera detener todo.

—Sabes que hoy a la medianoche cumples quince. No podrás escapar de la ceremonia. No es que puedas cumplir de frente dieciséis para no tener que vivir esta experiencia.

—¿Tú no tuviste miedo, hermana? Es algo que podría marcar tu vida.

—Pues sí, no te voy a mentir. Estaba aterrada, pero después de beber de la copa, solo flui…

—¿Qué pasa si fluyo de mala manera? Para eso es lo de hoy, ¿no? —Tenía tanta razón en todo lo que decía, pero no podía hacer otra cosa que abrazarla y susurrarle que todo estaría bien, aunque ni yo misma tuviera idea de lo que podría pasar.

La ayudé con el vestido blanco inmaculado, color exigido desde siempre para el ritual. Capas y capas de seda rozan el piso, haciendo que la falda sea voluminosa y pesada para el usuario. Le quité la respiración al ajustarle el corsé y recogí su cabello en una cola de caballo súper alta. Encima le coloqué la capa negra y oculté su rostro.

—Te prometo que todo va a estar bien. Yo estaré contigo, hermanita. —Ella tomó mi mano y yo apreté la suya contra mi pecho, en señal de apoyo. Cuando estaba por soltarme, le di mi daga ceremonial. Siempre le gustó. Ella me miró sin entender.

—Es tu regalo. Feliz cumpleaños…

Salimos de la casa y seguimos el camino hacia el bosque. Por donde miraba, las calles estaban desiertas. Todos estaban esperando por los cinco jóvenes que cumplían quince años en unos minutos…

*****

Una vez que el brebaje entra a tu sistema, pierdes tu lado consiente y tu verdadero ser empieza a llevar a cabo el ritual que se ha practicado: Mi hermana saca la daga de su funda de cuero negro y de un tajo abre su muñeca izquierda, pega su mano al pecho haciendo que el vestido empiece a cambiar de color a un rojo carmesí completamente. Uno no siente el dolor al hacer esto y no es que pierda tal cantidad de sangre, es parte de todo esto. Está en trance, solo sigue caminando, repitiendo el mantra “Soy luz y oscuridad, soy el bien y el mal”. El vestido rojo empieza a dejar manchas rojizas en el camino con cada paso, pero estas se transforman en flores rojas, tulipanes, las flores favoritas de mi hermanita. Hasta ahora, todo va bien. Pero viene la parte más difícil. Al final del camino está “La cascada de la revelación”. Una vez que la pase, termina el trance y finaliza esta pequeña ceremonia, pues tiene el poder de limpiar todos los hechizos que el agua toque.

Cuando los jóvenes de todo el reino cumplen quince años, pasan por una ceremonia cuyo único fin es despertar a una nueva vida, despiertan sus poderes mágicos y buscan entre ellos a los más excepcionales… con el fin de destruirlo. Hace años, cuenta la leyenda, nació un bebé cuyos poderes despertaron cuando cumplió quince años. Ningún orador te dice exactamente cómo fue su despertar, no concuerdan las historias en ese punto, pero en lo que sí coinciden es que dicho joven tenía un corazón malvado y usó su magia para apoderarse de oro, tierras y gobernar el mundo a su antojo, destruyendo a quienes le hicieran frente. Se dice que un grupo de brujos lograron eliminarlo, pero juró que reencarnaría y se vengaría de todos. Era una mujer muy temida en ese tiempo.

Alrededor de la cascada construyeron asientos de piedras para los espectadores de este show. Todos miran asombrados cuando mi hermana pasa a través de la cascada. Al contacto con el agua, el vestido suelta toda la sangre absorbida, regresando el traje a su blanco original, y en lugar de que la sangre se fuera con el líquido, se queda flotando en el aire, convirtiéndose en pequeñas llamas que se desaparecen en segundos, dejando un polvo brillante que cae en la pequeña laguna que forma el final de la cascada. Mi hermana reacciona, sale del trance y emocionada observa los aplausos por la finalización del ritual. ¡Cumplió quince años! ¡Pasó el ritual sin ningún problema!

Estoy muy contenta por ella y por mí, pues mi plan funcionó. El hechizo que puse en la daga la protegió. Cuando cortó su muñeca pude reemplazar su sangre con la de un carnero negro y evitar que descubrieran la inmensidad de su poder al ser la reencarnación de una de las aprendices más letales de aquel antiguo brujo que buscan. Sí, tuvo aprendices, muchos. Los oradores más viejos olvidan contar esa parte y otras cosas, como que el maligno hechicero embrujó la cascada para descubrir los poderes de sus seguidores y que solo él sabía la manera de como burlar el hechizo de la cascada…

Sara Pizarro Romero. Docente y escritora de relatos fantásticos, eróticos y horror. Participé en antologías virtuales en El Narratorio y otros; e impresas: Un acercamiento a la composición de la novela por Petroperú (2019), Ucrónica de Pandemonium Editorial (2021), Valen un Perú de El Gato Descalzo (2022), entre otros.

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