Buscó jadeando y con desesperación sus llaves dentro del bolso para abrir la puerta de su hogar lo antes posible. Las manos le temblaban; cada segundo era vital.
Entonces recordó con angustia y terror que las llaves yacían sobre la cama, en la tranquilidad de su cuarto; cómo deseaba estar ahí ahora.
Miró llorando la puerta cerrada de su plácido hogar. Sabía que lo veía por última vez.
Una mano fuerte tapó su boca y otras tres la arrastraron rápidamente a la parte trasera del auto que la seguía desde hacía varias cuadras y que se alejó con ella a toda velocidad en medio de la noche.

Mel Delmonth. Historiadora de formación, he incursionado por azares de la vida en el periodismo y la comunicación. Amo la literatura de terror porque me remonta a mi infancia.