El sonido de las gotas causaba eco en aquel cuarto oscuro cuando ese hombre decidió asesinar a Ella. Ni siquiera le importó que el sonido de sus lágrimas fuera seguido de las gotas de sangre cayendo en el piso, pintándolo de rojo.

Todo hubiera salido a la perfección de haberse deshecho del cuerpo a medio desmembrar tirado en el piso.

A las tres de la mañana, con la luna roja sobre el firmamento, el cuarto volvió a llenarse de gritos de desesperación y de golpes en las paredes. 

—¿A caso creíste que no volvería por mi brazo derecho? —le dijo Ella con una voz espectral, tamizada por la muerte, mientras intentaba colocarse de nuevo el brazo en aquella zona sanguinolenta y mutilada.

Los gritos se escucharon con intensidad por cinco minutos hasta que cesaron de repente.

En la mañana, con los primeros rayos del sol, los vecinos reportaron el incidente con la policía.

Cuando los agentes entraron en la casa, jamás encontraron a Ella, quien apenas unas horas atrás fue reportada como desaparecida. En su lugar, encontraron a su captor sin los ojos, con la lengua cercenada y rodeado de un charco de sangre.

Karla Hernández Jiménez. Nací en Veracruz, Ver, México. Soy licenciada en Lingüística y Literatura Hispánica. Lectora por pasión y narradora por convicción, he publicado un par de relatos en páginas nacionales e internacionales y fanzines, pero siempre con el deseo de dar a conocer más de mi narrativa. Actualmente soy directora de la revista Cósmica Fanzine.