Aquella figura llegó a mi vida,
fantasma de una sola voz
que en intentos imaginaba,
intentaba construir un cuerpo que encajara:
solo sombras, una silueta, casi un fantasma,
ser desconocido que emergía en sonido,
persona espectral de expresión lejana,
solo tañido.
Fue un intento constante mirarle,
conocer lo que las sombras tanto tiempo habían escondido,
quizá lo irreal se había transformado
y de un lugar donde nadie vive,
entre la espesa selva y el barro,
en el misterio distante,
bajo la lluvia de oscuridad nocturna
se había materializado.
Él existía,
venía de un lugar remoto,
donde la nieve cubría los inviernos,
de la desconocida frontera entre el imaginario conocido
y la irrealidad de otra tierra,
del desconocimiento a mis ojos,
fantasma, fantasma.
Lo miraba en pestañeos,
conocía poco a poco sus gestos,
empezaba a digerir sus palabras.
Dejó de ser sombra,
fue definido en símbolos, en letras,
en vocablos unidos transmitidos por el sonido:
Papá, papá, papá.
Repetía esta palabra en constante frases,
se fue volviendo sincera.
Silueta de humo que se consumía,
solidificación con el pasar de los días,
poco a poco deja de ser un misterio,
¿Es real? Es real
y existe al lado mío.
Comencé a conocerlo,
Papá, papá, papá, así repetía como su nombre,
Papá, papá, papá, cómo hechizo de vínculo,
de una estructura bien forjada donde nace el cariño,
papá, papá, papá, quien comenzó a acompañarme,
ahora recorremos un camino.
Papá,
silueta de un fantasma,
papá,
eres realidad,
papá, papá,
continúa existiendo conmigo.
Papá.

Ivanka Romero. Soy originaria de la Ciudad de México y residente de la misma. Feminista, escritora, poeta y recién egresada psicóloga de la UAM-Xochimilco. Soñadora por pasatiempo, creadora de historias. Amante de mis perritos y de los del mundo. Escribo para encontrar un refugio de lo que me abruma, me duele y me alegra.