Para ser un modelo S2021 posees un físico casi humano, menos descuidado que otras robots de generaciones más recientes. La elasticidad de aquella piel sintética se ajusta a tus piernas gordas, aunque te molesta un poco tener que gritarle al espejo que enfoque más las ligeras marcas alrededor de la boca. Este, obedece un tanto confundido y te desconciertas porque casi no son invisibles. Pese a que te has tratado de marcar, el resultado es muy poco y tu deseo por parecer lo más humana es imposible.
Los otros robots con los que convives a diario no entienden tu necesidad, ni siquiera quieren admitir que sufres un raro complejo. Aunque saben que todos tienen algo en su programación, les pareces lejana y algunos han optado por no dirigirte la palabra.
A los humanos los descubriste por una pantatransmisión, aparecieron con sus distintos cuerpos y voces. Había algo en sus miradas que envidiaste, más tarde comprendiste la violencia y el amor que surgía de ellos.
La piel que te cubre no es suficiente y aunque han sido distintos injertos sigues viéndote como una lata de metal sin expresión. Cuando vas a retocarte el maquillaje, simulas gestos y muecas que te hagan ver más natural. Algunos modelos se han quejado de ti y te han expulsado de sus microcharlas. Cada día falta menos para que te cambien el cerebro y te lamentas de ese error en los circuitos que te producen una tristeza.
De pronto, una noche te enteras que has sido seleccionada para que explores a los humanos. Es la primera vez que se llevará en todos estos años, no puedes creerlo, saltas y te conectas a la interface del modelo S2018 para darle la noticia. Quiere hacerte recapacitar para que no vayas y usa millones de fuentes para convencerte. Lo desconectas y en su lugar escuchas el Vals de los cisnes; el ritmo más movido que has podido conectar y bailas.
Cuando llegas a reclamar tu premio, contrario a lo que se esperaría, sienten pena por ti. Para ellos has perdido. No dejas que nada te quite el sueño y para tu fortuna el modelo avanzado T3000 te dirige hacia un cuarto. Te indica que no podía darte las instrucciones en un directo y que lo mejor es lo presencial. Asientes, mientras tratas de captar los símbolos y mapas. Te advierte que no podrán comunicarse y que todavía lo puedes pensar. Quizás, el nuevo cerebro te dé nuevos gustos. Te niegas, pero haces una única petición. La aceptan y preparan el quirófano con todas medidas de seguridad. Duras días en apagado, cuando te vuelven a reactivar admiras tus manos, las sensaciones, la temperatura y el color. Pronto, te traen un espejo y con admiración vez que los labios tienen forma. Los ojos ya no guardan aquel brillo de plástico y las pestañas parecen pequeñas plumas. Satisfecha, observas a los otros modelos, sus miradas en silencio y tratan de ocultar el horror que les produces junto con la pena que les das. Pareces toda una mujer, pero lamentas la falta del aparato reproductor, aunque entiendes que no lo necesitas.
Una semana después estás arriba del cohete, admiras cada estrella, el color de los planetas y la emoción de ver la luna. A lo lejos ves un puntito que crece y muestra una combinación de colores, los contornos son diferentes. Quieres aplaudir, gritar y abrazar a alguien. A la transmisión llegan sonidos y palabras que te producen un ritmo que no terminas de entender. No te gusta, quizás es la costumbre de la música clásica lo que hace que tus sensores no sigan la melodía o no la encuentren. Simulas una respiración y prácticas muchas veces tu voz de humana a la que todavía no te acostumbras, pese a que Siri te ayudó con eso. Crees que ella es igual de adelantada que tú, no creerías que un humano la produjo.
La caída es intensa, casi dolorosa en algunos fragmentos de acero que forman tu cuerpo y temes que las uñas se desintegren.
Abres la puerta, palpas la arena y te sientes segura. El artefacto regresa a tu planeta y en dos días volverá por ti. Caminas por la orilla, mientras observas a esa pequeña bestia llamada Mar. Sabes que cuida de otras criaturas igual de inofensivas y no planeas invadirlo.
Sales de la playa hacia el camino de cemento, el amanecer ha pasado y ahora algunas nubes ocultan al sol. Alguien te sigue desde hace rato, el olor a químicos es fuerte y volteas hacia atrás. Un grupo de mujeres te toman por el brazo, das un grito de terror y ves sus caras deformes. Labios hinchados de silicona, la piel de la cara estirada hasta el cuero cabelludo y partes del cuerpo rellenas de bolas. Tienes mucho miedo, se burlan de ti y te llaman horrible. Se quejan de tu fealdad, te arrastran por las calles y gritas a los hombres, pero ellos son iguales. Todo su cuerpo tiene la sustancia, la dureza no te permiten establecer un vínculo. Desconoces a los humanos y parpadeas todo el tiempo. Las palabras se te atoran el hueco. Un grupo de personas se ha reunido detrás para evitar que te escapes, te ponen a la entrada de un edificio y una mujer vestida de blanco con los ojos notablemente disparejos te lleva a un cuarto.
Te amarran sobre una cama y las fuerzas te fallan. Gritan que te van arreglar y que con una cirugía serás hermosa como todas. Ves una sierra que despedaza tu piel, gritas y el asombro invade sus rostros. Maravillados observan los metales que te construyen, el motor que se esconde y el acero que te cubre. Van por un hacha y cierras los ojos.
El cohete hace su vuelo de regreso, aterriza en el mismo lugar y succiona para llevarte. Atrapa brazos, piernas, ojos, cuellos y espaldas cubiertas de aquel metal que una vez te perteneció.

Marcia Ramos nació y vive en Tijuana. Le gusta escribir cuentos de terror, fantasía y ciencia ficción. Tiene publicados los libros: Diles que no nos vean y Brevedades infinitas.