Linda Acosta Rodríguez: Procesos, plenitud y contemplación

“El amor es libre; no puede existir en otra atmósfera.”

–Emma Goldman–.

Soy anarquista, busco autogobierno. Te conté mi historia con Luna y mi entrada al anarquismo relacional. Con Luna “siempre hubo amor”, nunca llegamos a una relación coital, aunque nuestras conversaciones además de intensas siempre fueron íntimas. Entonces me solicitaste que te definiera la palabra ‘amor’, para ti estaba sobrevalorado como emoción. Fue abrir un portal. Una definición académica, de tantas, hubiera bastado para cualquier otra persona. Tú, anarquista, buscabas relacionarte conmigo sin jerarquías. Venías de un matrimonio tradicional, en una pequeña ciudad de provincia, yo de un largo viaje por Europa que me llevó dos décadas. Estuve en una relación que con el tiempo era más de hermanos que de pareja, además, codependiente. Confieso, me sentí tan cómoda en esa camaradería que al final me di cuenta de que no me merecía la pena en el proceso de mi evolución. Por tu parte, sólo mencionaste que “malacopeamos”. Nos unía el hecho de saber que a nuestras relaciones les guardábamos gratitud, y en cierta medida amistad, un modo que parece más definible.

—Rubén, no quiero que me quieras, porque eso es desear, desear en propiedad. Como uno desea tenis, o un viaje. Te ofrezco sentir, sincerarme, expresar mis sentires y pensamientos.

—Lena, si me dices que sientes un aroma, por ejemplo “por ti siento sensaciones que me producen el café recién hecho” me resulta más entendible, a qué si me dices “te amo”.

—A mi me cuesta mucho trabajo poner jerarquías en mis relaciones, me cuesta trabajo decir “eres mi mejor amiga”, o “quiero a mi madre como a nadie en el mundo”; tengo amigas qué son más cercanas que otras sí, solo que a veces estar con una persona un sólo día de mi vida y conectar profundamente lo valoro muy horizontalmente.

—Las relaciones se construyen por afinidad, intimidad y profundidad, es esa la idea de conectar.

—Conectar no es suficiente Rubén, es un inicio para construir relaciones. Socialmente llamamos caprichosamente “amor” a la construcción de vínculos más o menos continuos: familia, pareja, parentesco, etc.

—¿Por qué dices que no es suficiente?

—Tú y yo conectamos a través de varias costumbres, de reflexiones compartidas, por aficiones concordantes, todavía no por proyecto. Venimos de condiciones diferentes. Ah, y sin imponer, elegir construir algo más que una conexión con la que ya gozamos, creo, es una elección, un esfuerzo sin forzar.

—A mayor libertad mayor capacidad de escoger responsablemente. Entiendo que se trata de un tejido, una correspondencia, un aprendizaje. Sí, también me gustas por lo que puedo aprender.

—Entra ahí el misterio de la conciencia. Tú y yo nacimos en el patriarcado, de manera desigual, fuimos educados con patrones sociales y culturales con raíz patriarcal.

Nos quedamos en silencio, nos miramos y me tomas de la mano. Cambiamos la conversación y hablamos de música. Habíamos ahondado en (re)conocimiento, y supimos ver que estábamos al inicio del camino.

Pasaron pocos días, quizá una semana, hasta que volvimos a contactar. Habíamos dejado reposar nuestras ideas. Sufro de ansiedad, así que agradecí ese espacio, tan necesario para las dos partes. Volvimos a quedar en el Café Trevi, frente a la Alameda. Ahí nos enteramos de que estaban por cerrarlo, la gentrificación transformaba la mítica esquina de la calle Colón, para convertirla en un hotel boutique. A ti y a mí se nos salieron las lágrimas, todo cambia, es la constante.

—Nos vamos a reubicar, dijo Evelyn del café.

Nos quedamos más tranquilos y pedimos la ensalada de manzana y el espagueti blanco para compartir. La realidad a veces supera a la ficción.

—Es surrealista, Lena, pensé en algún momento que esté sería nuestro café.

—¿Nuestro café? ¿Hay algo nuestro? Te soy transparente, no quiero “poliamor”, no es lo mío, lo respeto como elección. Cuando todas las personas están enteradas y conscientes surge esa utópica lealtad. A mí me puedes gustar tú, y me puede gustar alguien más, te diré, en mi caso me necesito a mí misma, mi espacio y mi soledad. Tanto como seguir construyendo espacio entre amigas y amigos, entre nosotr@s…

—Sí, si hay algo nuestro es porque podemos probar ser un@ un ratito, y ser dos entre nosotr@s dos un rato más; yo necesito también espacios de dos más dos, o dos por dos; y lo que te propongo es que entre nosotros seamos siempre tú y yo…

—“Siempre”, suena una eternidad. Suponiendo que nuestras almas se conocen desde el infinito, en esta experiencia humana seamos siendo.

—De las estrellas venimos, y no sé si hay una vida o más. Si el presente es también una quimera, porque sólo es el umbral del futuro.

—Sin tener el control de los factores externos, podemos hacer crecer nuestra conciencia compartiendo el camino.

—Es ahí donde me sentiría más cómodo como anarquista relacional, donde las relaciones monógamas o no monógamas pueden entrar. Y me refiero desde el cuidado, el respeto y la solidaridad. Sí hablamos de relaciones afectivas que pueden tener o no una sexualidad…

—Disculpa que te interrumpa Rubén, la sexualidad se expresa en todas las relaciones, desde una misma, desde qué somos, desde qué exploramos con nuestro cuerpo. Aquí la cuestión es que entre nosotros no surja la coacción.

—Si definimos ser pareja, ¿cómo lo entiendes?

—Ser más conscientes de la libertad, entonces de la responsabilidad que supone ejercer cada acción, cada reflexión.

—¿Tener un proyecto en común es importante para ti?

—Uno o varios, para articular esas acciones, obviamente tendremos cada un@ proyectos que no tenemos por qué compartir entre nosotr@s dos. Habrá cosas qué solamente sean tuyas, otras cien por cien mías; algunas más nuestras, otras tuyas o mías con otras personas.

—Me late, seguimos hablando, con calma. ¿Quieres postre?

Pedimos unos duraznos con crema, yo seguía llamándoles melocotones, como aprendí en España. La noche cayó, las farolas y estrellas se encendieron. No nos habíamos besado aún, y no por falta de ganas, caminamos abrazados, es una experiencia diferente, surgida de la paciente atención.

Linda Acosta Rodríguez, de Villahermosa, Tabasco. Vivió 18 años en Madrid, algunos meses en Honduras, otros en Ecuador. Actualmente reside en Inglaterra. Nómada, cosmopolita. Maestra en Relaciones Internacionales Iberoamericanas por la URJC (Madrid), Socióloga por la UAM—X (CDMX). Feminista, taróloga, viajera, cocinera, sorora, anarquista. Amante de las letras y de la naturaleza.

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