En el asiento trasero del auto tocó mi corazón, no de forma violenta, si no tan lento que me llevó a preguntarme si fue un sueño o de verdad esa noche me encontré con mi verdadero amor, Gerónimo, su nombre es todo lo que tengo en mi mente.
Antes de salir de casa decidí llamar a mamá para hacer mi promesa habitual de tener cuidado al conducir. Mamá odiaba el viaje que realizaba cada vez que visitaba el estudio de fotografía, pero su cara de orgullo en cada exposición de mi trabajo siempre lo recompensaba.
Mucho tiempo pasé preguntándome si en algún momento tendría alguien con quién cantar en el auto, aunque por ahora no sonaba nada mal hacerlo sola.
La noche comenzaba a caer y mi modo de precaución estaba activado, por el retrovisor observé a un hombre que intentaba detener algún auto, por sentido común seguí mi camino, por instinto me detuve un segundo, no podría dar vuelta. Tomé un respiro, cuando, alguien tocó la puerta del auto. Era aquel hombre que había visto unos kilómetros más atrás.
Arranqué el auto como pude, observé como el hombre se quedaba lejos de mí con una expresión de sorpresa al ver mi acción. Seguí mi camino hasta que noté que debía detenerme pese a mi temor. Llegué a la gasolinera, antes de subir a mi auto el hombre nuevamente se encontraba tomando un poco de aire, parecía haber corrido, me parecía increíble la manera en que había llegado a ese lugar casi a la misma velocidad que mi auto.
— Solo quería decirte que el escape de tu auto está mal, no esperaba algo de caridad — mencionó señalando la parte del auto que estaba mal.
Salí del auto, al menos había personas alrededor mío y no parecía mala idea.
—Si quieres, puedo ayudar— añadió. Asentí mientras salí del auto para sacar algunas herramientas que pudieran servir; no demoró mucho en arreglar el desperfecto.
— ¿A dónde te diriges? — pregunté aún con vergüenza por mi actitud agresiva.
— Quiero llegar al siguiente pueblo, mis padres me esperan después de estar tiempo en el extranjero. Planeaba que fuera una sorpresa, pero el sorprendido he sido yo, con mi auto averiado y personas muy amables— contesto con ironía.
—Siento mucho lo que te pasó — extendiendo su mano hacia mí.
En un impulso de generosidad pensé en voz alta. — Puedo acercarte, me dirijo al mismo camino.
Él abrió los ojos y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro. Abrió la puerta del copiloto y por alguna razón su presencia se sentía cálida. Calmaba mi nerviosismo al conducir de noche en la carretera.
— ¿Trabajo? — preguntó mientras encendía el auto. Asentí, mi mirada se centraba en la carretera.
—Ya veo, eres de pocas palabras— comentó mientras encontró mi reproductor. La música comenzó a sonar, ambos sonreímos y comenzamos a cantar. No lograba entender el peligro latente en que me podría encontrar, aún tenía tiempo para cantar con este hombre.
— Mencionaste el extranjero, ¿de dónde exactamente vienes? — pregunté llena de curiosidad.
— De Alemania, estudio y trabajo. Soy fotógrafo, estando allá, extraño mucho México y mis raíces — contestó con un poco de melancolía.
Pensé que tal vez no era mejor seguir preguntando sobre el tema.
La coincidencia de conocer ambos sobre fotografía, convirtió más amena la conversación. Olvidé por un momento que él era un completo desconocido, hasta que pidió que detuviera el auto, un escalofrió recorrió mi cuerpo y temí lo peor.
—Ya casi llegamos a mi destino pero quiero mostrarte algo— comentó mientras abría las puertas del auto.
Yo no quería salir, no sabía si era mi instinto de supervivencia o desconfianza, pero finalmente lo hice con la mano en puño y el celular en mi abrigo. Estaba preparada para lo peor. Él se encontraba recargado en el auto admirando la vista. Alcancé la mirada y mi sorpresa fue grata, el cielo era un espectáculo, parecía como si alguien hubiera dibujado detalle a detalle la infinidad de estrellas, era como observar una pequeña galaxia ante nuestros ojos.
— Es precioso, ¿verdad? Volví por paisajes como este — mencionó tomando una de mis manos.
— Esto te sonará extraño, pero quisiera conducir hasta que lleguemos a mi destino, después de ello nos despediremos — la frase final resonó en mí, tomando su mano de igual forma se sentía cálida y sobre todo, protegida. Me limité a asentir. Volvimos al auto con mi corazón al mil por hora. Él comenzó a conducir, notó mi nerviosismo y tomó mi mano.
—Tranquila, conozco esta parte de la carretera a estas horas, es muy peligrosa déjame guiarte, lo menos que puedo hacer es mantenerte sana y salva— dijo mientras avanzamos, él se mostró concentrado. En la carretera mis ojos comenzaron a pesar e inevitablemente me quedé dormida y un toque en mi hombro me despertó sonriendo de inmediato soltando su mano.
—Llegué a mi destino, fue agradable compartir contigo esta noche— mencionó con una sonrisa, su mano se deslizó por mi mejilla y dejó un beso sobre mis labios.
—Mi nombre es Gerónimo — sonrió abriendo la puerta del auto para tomar su camino. Llegué a casa llamando a mi madre para contarle lo ocurrido.
La curiosidad de volver a Gerónimo pudo más, mi corazón estaba en esa noche. Fui en su búsqueda al pueblo describiéndolo y gritando su nombre hasta que una mujer se acercó a mencionar que ese muchacho había perdido la vida hace unas semanas cuando visitaba a sus padres justo en la misma carretera que esa noche conduje.
Mi corazón se quebró en mil pedazos, ahora lo sabía, Gerónimo salvó mi vida de terminar en un destino fatal y no volver a casa. En mi corazón siempre lo llevo presente, tanto como la maravillosa noche a su lado y ese beso. Aún no sé si la muerte me saludó de manera amable o me hechizó para jamás olvidarlo.

Kimberly Patricia Juárez Vázquez (25 años, mexicana). Quedé muy entusiasmada con la temática de esta ocasión, creé un escrito con mucho amor e imaginación. Buscando de alguna manera aportar algo a la comunidad de Especulativas. Este espacio me permite crear tanto como mi imaginación me lo permite.