Aileen Borghols: La cena

Tomó un par de velas de su altar y las encendió para iluminar su comedor, las lámparas no le daban el mismo ambiente. Con el cerillo casi quemándole los dedos, encendió un incienso. Revisó que el florero tuviera suficiente agua, se acercó a las flores que empezaban a verse algo marchitas. Mañana las cambiaria. Por hoy, esto debería ser suficiente. Estaba satisfecha con sus preparaciones.  

La mujer se sentó a la mesa a cenar, costumbre recién adquirida para llenar las horas con pequeños rituales que la distraen del silencio. Admiró por unos segundos su servicio perfectamente colocado, antes de tomar el cuchillo de mantequilla para embadurnar su pan de mermelada. La copa de vino vacía parecía tentarla a abrir una de las botellas sobrevivientes de sus reuniones, con la excusa de que mañana se terminaría el resto de la botella y que sabía perfectamente que no pasaría de esa misma noche. Ya estaba sentada, no era tan fácil volver a levantarse; además, esa botella ya llevaba un par de años en el mismo lugar. A su edad, no estaba para descubrir si el vino tenía fecha de caducidad.

¿Qué hay de cenar para esta noche?

Se sobresaltó un poco al escuchar la pregunta repentina. No intento mirar a su interlocutor, se sentía inquieta en su presencia.

No mucho. Pan, mantequilla, mermelada —enumeró sus ingredientes avergonzada del contraste en su mesa.

Me gustan las opciones. Es suficiente, no es como que esperemos más comensales, ¿o sí? —la interrogante sonaba acusadora, como si su presencia no fuera suficiente para entretenerla.

Dirigió su mirada hacia la gran mesa que había comprado cincuenta años antes, las sillas plegables arrumbadas en una esquina. Ya no tenía oportunidad de usarlas cada fin de semana; tampoco tenía que preocuparse de comprar una o dos más, porque nunca eran suficientes. Cuántas veces no se había sentado en el reposabrazos o parada entre sus visitas. Toda superficie cubierta de platos, platillos o de alguien ensimismado en conversación con alguien más. Esas noches llenas de risas, música, comida, los últimos chismes del círculo de amigos eran una dulce memoria. Sus reuniones habían sobrevivido y resistido las peores batallas: los novios, matrimonios, bebés, divorcios, trabajo. El grupo de amigos se había prometido nunca abandonarse los unos a los otros. Tal vez habría dolido menos enfurecer con alguno de ellos y perderlo que ir a su funeral. Y un par de semanas después, o meses, prepararse para otro funeral.

A veces estaba tentada a sacar la ouija que alguien dejó después de alguna sesión. La soledad era terrible: encontrar un libro, pensar “este le gustará a Nancy…”, tener el sabor en la lengua de los tamales que comió en el velorio de Nancy. No fueron tan buenos, aparentemente se había llevado su receta a la tumba.

¿Sabes? Se me antoja un tamal le comentó al otro. Eso era lo que más extrañaba, que alguien le contestara.

¿A qué saben? —ella se sorprendió de escuchar un tono de curiosidad. Sintió alivio, no volvería a cenar ahogada por el silencio.

Esa era una pregunta que no estaba segura de cómo responder. ¿Tenía que describir la textura o el sabor?

No sé cómo describirlos. Si pongo uno en el altar, ¿podrías probarlo? —mañana mismo iría a comprar una docena. Si funcionaba para los muertos y los dioses, ¿por qué no habría de funcionar para su nuevo amigo?

No lo sé. Nunca me habían ofrecido de comer una ligera briza acarició su rostro—. De saber que me ibas a tratar tan bien, debí responder tu invocación desde la primera vez.

Mañana vamos por unos. ¿Qué más quieres probar? ¿Mi pan, solo mantequilla o lo quieres con mermelada? —se levantó inmediatamente, con el pan que se había preparado, aún sin comer, y lo dejó en el altar mientras seguía enumerando ideas.

Esto era lo que necesitaba, un amigo con quien hablar. Definitivamente tenía que intentar sus opciones con la ouija. Volvería a tener todos los lugares de su mesa ocupados.

Aileen Borghols. Nací el 29 de febrero de 1988 en la Ciudad de México, donde las librerías de viejos, los teatros y las leyendas coloniales despertaron un interés por la palabra escrita. Publiqué tres cuentos en la antología Arcano sueño, la cual se presentó en la FILIJ 2022 de Tamaulipas, en conjunto con otros dos autores de esta.

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