Linda Acosta Rodríguez: Destino Hermandad

I

Todavía no me conoces, estás a punto de llegar a la cafetería de la Universidad. Sí, con el Juanjo, me verás a distancia y pensarás: una fresa. Le dirás a él, a nuestro amigo en común:

—Esa chava de allá, me cae mal, sólo de verla.

Él sonreirá carcajeará, preguntará ¿por qué?

—Mírala, es una chava muy en la onda jipi fresa, de las que pegan carteles por las marchas a favor de Chiapas y de seguro vive en la Condesa.

Se acercarán a mí, y les veré pasar. Y me acercaré con una sonrisa.

—Hola Juanjo, pintor y poeta…

Después te extenderé la mano, me presentaré y conoceré tu nombre: Viridiana, te llamaré Viri o Viris. En los próximos minutos tu mueca delatará que eso solo te lo dicen los íntimos, yo no lo soy aún. Te alejarás, nos dejarás ahí, con una alegría de amaranto sin compartir contigo.

II

La segunda vez que me verás será en tu salón de clases, me habré vuelto organizadora de un festival estudiantil, estaré buscando incorporar a más estudiantes en un comité para el evento. Me acercaré a ti, frente a todo tu grupo y te volveré a llamar ‘Viri’. Te reconoceré por las pintas: la rockera, un poco darks, mucha onda, guapa y con carácter.

—Tú podrías apoyar con las bandas de música, seguro eres la mejor—, sonreíras.

—Te veo al rato en la cafetería.

Yo tendré anotado un número de teléfono de una banda llamada ‘Elefante Azul’, te lo daré, les llamarás. Me equivocaré en un número y por azahares del destino será el número de la banda ‘Peligro de Infección’, rock duro, y dónde conocerás los desplantes de Miguel Ángel, el vocalista. Lloraré contigo sus patanerías, y bailaremos ‘sobre su tumba’. El concierto se llevará a cabo, con el mismo éxito que el desengaño. Nuestra juventud transcurrirá entre café, conciertos y talleres de diseño. Nos gustará el arte, nos atravesará lo mismo que la pasión por la cocina. No sabré todo de ti, ni tu de mí. Sabremos lo esencial. Nos soltaremos entre las experiencias que no serán nuestras, y nos haremos más profundas en aquellas que atañen nuestra historia.

III 

Años más tarde me habré marchado del país, encontraré en Sevilla un lugar para caminar segura, para enterrar el dolor de nuestro país, para beber vino y enamorarme de un danés, un suizo; un peruano-belga, curiosamente, nunca de un español. Tú, romperás con tu novio de la Uni, encontrarás alegrías con el mayor desencanto de tu vida, y finalmente el irlandés que conocerás en un viaje te pedirá matrimonio. 

Todos esos años serán largos sin nosotras. Habremos aprendido de nuestras diferencias, a dormir juntas, a saber que a pesar de no tener nuestro abrazo seguirá vivo en la memoria.

Podrás darme consuelo con una gran perdida, que es la tuya. Tu hermana no podrá continuar junto a nosotras parte de la aventura de la vida. Un dolor inmenso se apoderará de ti, y yo estaré llorando mientras me baño por meses. Habrán accidentes, enfermedades, y otras pérdidas significativas del entorno. Yo no sabré cómo comulgar mi pesar con tu pena, y se tejerán emociones que teñirán de otras tonalidades nuestra relación.

IV

Un día recibirás mi llamada, te diré que ya no puedo más con la vida, que necesito un cambio. Me hartaré de Sevilla, y me iré cerca de ti, a Seintfield, un pueblito al sur de Belfast.

Conoceré a tu familia, a tus perros, y tus paseos por la colina. Viviremos como unas cuarentonas indomables en una madurez que nos llevará al reflejo nuevamente de nosotras. Mujeres con cicatrices, mujeres alegres, mujeres solidarias. Tú madre, yo la solterona. Te preocuparás por mí, me cuidarás y me abandonarás sin abandonarme.

Viviremos una pandemia, que no te detendrá para llevarme pan, fruta y flores a mi puerta. Yo amaré a tus hijos como míos, sin serlo, se volverán mis niños favoritos de todo el Reino Unido.

VI

Dolerá despedirse, no será grato para ninguna, pero seguiré mi corazón nuevamente; a nuestra tierra. Volveré a México por un tiempo. Se acabarán los desayunos tendidos, las visitas a las tiendas de segunda mano, y las tardes de cocina con música y bailes. Nos pesará Viri, pero es lo que hay que hacer para andar. Tú lo sabrás en algún momento. tanto como yo, que todo cambia. Nosotras seguiremos contantes en el cariño, a pesar de esa nueva distancia.

Te llamaré desde México, me escribirás desde Saintfield. Se cruzaran nuestros aviones, y nos volveremos a ver. Tendré la fortuna de volver a verte. Me alojarás nuevamente en tu casa, en lo que yo me ubico. Te contaré de mi amor, un músico.

—Sin trabajo estable—, me dirás para continuar, —siempre has sido una bohemia.

Sonreiré y te recordaré que soy feliz, sin decir palabra. 

VII 

Llegaremos a los sesenta años, veremos a tus niños realizar su propia trayectoria. Nos volveremos, tú un poquito más cascarrabias, yo cada vez más consentidora. Te recordaré que tú también usabas minifaldas.

—¿Te acuerdas de Miguel el de Peligro de Infección? Usabas una faldita en sus conciertos.

—Claro que me acuerdo, pero no quiero que ella pase esos bochornos, no quiero que le rompan el corazón, y es otra época, ya han pasado más de cuarenta años desde entonces—, me responderás.

Te pondré una infusión de manzanilla, esperaré contigo que tu hija vuelva a casa, nos desvelaremos un poco. Después hablaré con ella sobre el riesgo de contagio, y en general de como hay que vivir la vida con cuidado. Habremos tejido ese lazo indestructible de complicidad extendida.

Volveré a marcharme, y volveré a verte intermitente. Vendrás a México a bañarte en el río cerca de mi casa. Nos tomaremos los mezcales que nos gustan, cada vez menos, porque nuestros cuerpos habrán envejecido. Reiremos recordando, y lloraremos por los pasajes más duros de nuestra historia. Me tomarás la mano, para acercarte tibiamente a mi pecho, juntarás tu corazón tantas veces al mío que seremos esos instantes el mismo pulso.

VIII

Todavía no me conoces, estás a punto de llegar a la cafetería de la Universidad. Sí, vas con Juanjo, nuestro amigo en común. Al verme a la distancia te despedirás de él, inventarás una excusa para evitarme. Pensarás que soy una fresa. Yo viviré por entonces en la Condesa, y me pasaré gran parte del trimestre pegando carteles por Chiapas. Me evitarás a toda costa, no me fijaré en ti. Nos cruzaremos varias veces por los pasillos sin mirarnos. Conoceremos a las mismas personas tratando de no coincidir, así pasarán los primeros meses académicos. 

Tu madre tomará un curso de ufología. Te invitará y no querrás ir. Te sentarás en la parte de atrás del auditorio, pero ella estará contenta de tu presencia. Yo llegaré tarde, a media luz y sin saberlo me sentaré junto a ti. Nos miraremos de reojo, sonreiremos. En una de las pausas preguntaré tu nombre, y me dirás con íntima complicidad: Viri.

Tu madre se emocionará, por mi presencia. Nos invitará un café y un pan con dulce al termino de la sesión. Nos contará de sus avistamientos sobre objetos voladores no identificados en Avándaro. Por aquellos sus años ni siquiera habíamos nacido. Reiremos por todas sus maravillosas ocurrencias. Nos saludaremos los siguientes días, y como si el universo estuviera realmente conectado acortaremos la distancia. Transcurrirán los años por nosotras.

Te pintarás el pelo, me dejaré las canas. Nos pondremos mascarillas faciales, compraremos maquillaje. Conoceré a tus hijos, viajaremos juntas al Vesubio, recorreremos Pompeya. Veremos programas de extraterrestres y bromearemos con ser unas de otra constelación. Lo nuestro será por siempre pura magia. Seremos luz en la vida de la una y la otra. Sentiremos la eternidad en la dulzura, y el fuego de un cometa en las anchuras del océano. Me mudaré al viejo continente, años más tarde lo harás tú. Volveremos a México, al ombligo de la luna, cíclicas. Me contarás sueños y proyectos disparatados, yo haré lo propio. Caeremos en agujeros negros que el destino pondrá en nosotras para cruzar astrales con la nave del cuerpo los años que vendrán. Observarás crecer tu árbol de aguacate, y yo haré lo propio con mis orquídeas. Prepararemos sabores indefinidos, y daremos sorbos a la vía láctea.

 IX

La noche se irá pronunciando. Las mañanas ya no me contentarán. Ya no tendré con quien compartir el café de las mañanas. La música de mi corazón empezará con arritmias. Mi vida tendrá un ritmo disparejo. Habré amado antes o después, sin par. Aquél que habrá osado pedirme en matrimonio caminará junto a mí algunos años entre lo mortal e infinito hasta cruzar el portal. 

Mis manos no teclearán más palabras, me pesarán. Tu voz será cada vez más infrecuente, tus pasos se habrán trazado trayectorias introvertidas. Llegarán los cumpleaños de cada una, y las navidades para recordarnos. En una de esas llamadas me pedirás ver el cielo.

—¿Crees realmente que existan seres de otras galaxias?

—Sí—, te responderé.

Linda Acosta Rodríguez, Villahermosa, Tabasco. Nómada, cosmopolita. Soy Maestra en Relaciones Internacionales Socióloga. Estudié el posgrado internacional de Escrituras Creativas por FLACSO-Argentina. Soy mujer feminista y sorora, creadora de Tarot CreActiva.
Soy Anarchtista. Amante del arte, trabajé en el Museo Fitzwilliam de la Universidad de Cambridge; Fui guía de turistas, cocinera, gestora de siniestros, facilitadora cultural, investigadora social. La vida es poesía, una colección de experiencias.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s