La musa griega ha envejecido convertida en esfinge, hinchada bajo el sol sus redondas mejillas revientan y su nariz respingada se quema. Sobre su rostro escurre un chorro de pintura negra ya seca, la cual endurece sus facciones. Ella nunca ha sido frágil, está hecha de piedra, mas, el baño de los siglos le han dado un carácter además, impetuoso.
Tras ser dominados los oráculos, los romanos la dotaron de ese cuerpo de león y cola de dragón, mezcla entre el tipo oriental y griego de su especie, con el fin de mostrarla como un voluble y temible monstruo. Ella, tras el velo de sus enigmas a las orillas de la ciudad, despertaba por las noches, más vigilante que vengativa, más fuerte que feroz, acechando en los confines de la normalidad, incomodando a quienes ocultaban su propia alteridad. En la conjunción de su multiplicidad y bajo su sombra muchas personas se sintieron amparadas, su imagen fue el único resguardo de las diferencias. Era ella el límite ante la “normalidad” de las sociedades que la atravesaban.
Cierta noche, lo recuerda bien, fue enterrada y destinada a ser olvidada igual que toda hibridación entre naturaleza salvaje y ser humano. Lo que siguió a su entierro fueron siglos de represión para todo instinto animal, siglos que pasó ella bajo tierra ocultándose en la tiniebla medieval. Pero un día llegó su resurrección, fue desenterrada y revalorizada, salió a la luz su heterogeneidad, y los enigmas que arrojaba con su canto silencioso volvieron a rondar por la ciudad.
La interpretación de su significado había cambiado, el misterio de lo salvaje yacía diluido bajo las virtudes cívicas y morales, todo tenía un dueño y todo era propiedad de alguien. Ante esto, se sintió fragmentada, ella que nunca había sido “unidad”, con sus rizomas profundos, era entonces, una moneda de cambio más a la que los años dotaban de plusvalía, tras la cual se desfiguraban sus facciones.
Aún rota, sus fuertes raíces hacían proliferar arcanas preguntas en las miradas curiosas que, postradas en ella, escapaban del dogma y se permitían reinterpretar su individualidad.
Hoy viaja en tren, como una gigantesca roca esculpida la han subido entre entre cinco personas y dos máquinas, para llevarla al barco que la transportará a su nuevo hogar, en donde, después de ser restaurada, arribara impoluta a una sala de esculturas griegas en algún famoso museo al otro lado del océano Atlántico. Allí examinada por las miradas incorporará sus enigmas a los sueños y a las fantasías de otras niñas.
Ella mira por la ventana del tren el paisaje costero que abandona, el tejido de islas y volcanes rodeado por el mar color azul turquesa, el cual contrasta con la arena oscura de la playa, producto de piedras volcánicas, y el tocado de color lila que le dan las almejas expulsadas por la marea. El tren se detiene en el muelle, frente a sus ojos una anciana y un señor, a quienes el atardecer baña de un brillante tono naranja, observan consternados, mientras se preguntan qué será de la esfinge que se llevan a otro continente.
― Tal parece que el “Occidente” ha cambiado de lugar y se van nuestros símbolos con él ―se queja el señor ―lejos de su pueblo será solo un objeto exótico, nadie sabrá admirarla como lo hacen nuestras hijas.
― La esfinge migra porque el mundo se reacomoda ―responde la anciana, mientras su mirada se pierde en la mar.
Es la primera vez que su pueblo es saqueado, pero ya sospechan que ese movimiento expresa un cambio en el aquí y el allá. De tras de sus símbolos, de sus historias, de sus alimentos irán también las personas siguiéndose el rastro, como lo han seguido desde hace siglos las poblaciones saqueadas.

Este cuento forma parte del proyecto «Los Lazos migrantes» realizado con el apoyo del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (Puebla), de la Secretaria de Cultura.

Asidua lectora y apasionada por la literatura, soy maestra en Historia. He publicado diversos ensayos sobre cine, economía, literatura y música, así como cuentos y guiones para cortometrajes. Fui becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) en el área de creación literaria. Mediante la narrativa propongo imaginar la construcción de otros mundos posibles.
Que interesante pensar en cuántas cosas pudo inspirar esa musa, al mismo tiempo su creador o sus creadores. Igual que ellos de nosotros queda lo que dejamos, tal como esta historia que nos lleva en el tiempo a reflexionar sobre el cambio. Excelente escrito.
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