Karla Arroyo: Lágrimas del mar

I

Despierto y ahí está, me observa. Sus labios se mueven, trato de entender qué dice, pero no escucho. Desaparece en un parpadeo una vez más.

Es la mujer al pie de mi cama, se materializa justo después del recurrente sueño de las medusas. En él, nado hacia la superficie de un mar turquesa, ante mí se desplazan largos y finísimos tentáculos, es un fantasma que danza ondulante e hipnotiza, mientras docenas de cuerpos transparentes iguales al suyo, me rodean, bloquean mi paso y comienzan a abrazarse a mí. Se incrustan a mi cara, me impiden respirar. 

Su rostro parece afligido, casi a punto de plañir. Con los brazos cruzados, soba sus codos, quizá por el súbito frío que llega; después, ella se desvanece en medio de la oscuridad.

II

Desde que tengo las visiones de aquélla mujer, aparecen múltiples marcas que arden en brazos y piernas. Se las he atribuido al estrés, pues los médicos no han encontrado ninguna alergia.

Alguna vez, la reacción en la piel fue tan violenta que caí en shock, como si me hubiese intoxicado con algo que me cerraba la garganta, mi presión arterial bajó de manera alarmante y fui a dar al hospital.

En el momento que perdía la conciencia, sentí los cuerpos gelatinosos que se desplazaban a mi alrededor, quemándome al simple roce.

La vi otra vez, ahí estaba hablándome sin producir sonido. Ya no se sobaba los brazos, más bien ser rascaba violentamente dejando heridas en carne viva.

Solo entonces, alcancé a distinguir por primera vez su voz en una reverberación que parecía decir: medusa, medusa, medusa…

III

Dentro de los sueños, nunca me veía morir, pero asumía que me asfixiaba.

Una noche, la mujer comenzó a rascarse tan fuerte que dejaba surcos ensangrentados; y en sus reclamos, no paraba de decir algo como “¿medrusa?”…

Se acercó tanto a mí, que pude notar que nos perecíamos, solo que mi rostro tenía más arrugas.

Tuve que recurrir a la ayuda de psicólogos, lo mío iba de “no encontrar mi lugar”. 

Dentro de la búsqueda de respuestas, terminé en un grupo de apoyo con personas que realizaban viajes astrales, me dijeron que las medusas eran almas que merodeaban mi cuerpo para robarlo, por eso lo atacaban, para que saliera de él.

IV

Conforme avanzaba en el conocimiento para desprender mi consciencia del cuerpo, me di cuenta que en los viajes, nos cruzamos con otros cuerpos sutiles, así como con sus cuerpos físicos vulnerables. Me advirtieron que debía tener cuidado de no estirar tanto el hilo que tenía pegado a mi ser, porque podría romperse.

También que prestara atención a mi cuerpo físico porque existían los Usurpadores, y de habitarme, mi alma quedaría condenada a vagar por el cosmos hasta desintegrarse.

—¿Alguna vez te has preguntado por qué sabemos cosas de otras épocas? —me preguntó mi guía personal. —Son los Usurpadores, se integran a tu esencia poco a poco hasta que solo quedan reminiscencias de lo que fuera tu vida… ¿Sabes cómo reconocerlos? Te sientes fuera de lugar en todo momento, no encuentras nada en común con la gente que te rodea. Constantes déjà vu, anhelo enfermizo por “los buenos tiempos”; visiones del futuro, porque ellos no son, necesariamente, contemporáneos nuestros, intuición superdesarrollada, y certeza de lo que va a pasar; la gente les suele llamar seres de otro mundo, o extraterrestres.

Hay algo más; si tuvieras alguna enfermedad grave que aparece de manera espontánea, entonces la Usurpadora eres tú, porque vives en un cuerpo que te rechaza constantemente.

V. 

Estoy postrada nuevamente. Ahora las quemaduras se hacen llagas.

Las pesadillas de medusas ahogándome, son vívidas. Ya no hay descanso, las ámpulas se extienden como frutos de las rojizas ramificaciones en toda la piel. Veo a la mujer todas las noches. 

Yo no lo sabía entonces, pero la primera vez que logré tener una experiencia extracorporal, corté el hilo que me unía a un cuerpo enfermo y desahuciado, la agonía ayudó a liberar mi alma y esta se aferró a lo primero que encontró: a ese organismo rebosante de vida, el de la mujer lágrimas de mar, la de las medusas.

En medio del dolor, ahora puedo escucharla con claridad; entre espasmos febriles provocados por sus tentáculos repite una y otra vez: ¡Intrusa, intrusa, intrusa! 

Mientras ella desgarra la piel, proyecta sus heridas en mi propia carne, o más bien, en la que usurpé, y no parará hasta tenerla de vuelta. 

Karla Arroyo. Vivo en Cuernavaca. He publicado en antologías de editoriales y revistas independientes, con temáticas de escritura identitaria, cuentos de terror, ciencia ficción y fantasía. Participé en seminarios, cursos y talleres de escritura creativa, minificción, cuento gótico, narrativa fantástica. Cursé el 5o Diplomado Virtual de Creación Literaria del INBAL, así como el Seminario de Introducción a la Literatura Moderna y Contemporánea de México, de la FLM

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