Linda Acosta: Las Brujas

«No es la sangre la que te hace mi hermana,

es el modo en el que comprendes mi corazón,

como si fuera tuyo».

Rupi Kaur

Siglos atrás, en ‘el planeta’, el patriarcado se vanagloriaba de su triunfo: mujeres sumisas y dependientes. Crueldad absoluta. Se pusieron a su orden ‘poetas’ y ‘artistas’ varios para su único tema visible: familia heteropatriarcal. Llegaron a justificar actos violentos en pro de la reproducción. Toda mujer que desestimara ser madre era enviada a unas cárceles que llamaban “centros de entrenamiento para la mujer”.

En las cárceles se obligaba a las mujeres a informarse de la única vía de salida: formar una familia. Toda mujer que se resistiera a comprometerse antes de salir de ahí era tratada y marcada como ‘error de fertilidad’. A las mujeres que se habían declarado amantes de otras mujeres, a las que no les interesaba la maternidad bajo los términos sociales existentes, a las mujeres que tardaban en tomar una decisión según los criterios de la administración, y otros casos más, a todas y a cada una se les arrancaba el útero del vientre. Se les declaraba estériles y eran obligadas a trabajar jornadas exhaustivas en fábricas orientadas al servicio de la lógica imperante. Largas jornadas sin ver el sol, pero, la luna…

Nacer niña obligaba a los padres a mantener un discurso heteropatriarcal. Desde pequeñas se les ponían vestidos pomposos, es decir, llenos de olanes y encajes; se les peinaba con caireles, es decir, mechones rizados; se les obsequiaban muñecas y carritos de bebé para que desde pequeñas se sintieran culturalmente limitadas al objetivo social establecido. No era posible para una niña pedir una bicicleta; si hubiera tal ‘error de conducta’ los padres deberían de informar inmediatamente al Cuerpo de Salvaguarda Familiar (CSF). De este modo las niñas eran coartadas en fiestas infantiles llenas de color rosa, juegos de té, y cocinitas con hornito. Todo era reconducido a través de historias clásicas, que se habían transmitido generación tras generación cuentos de príncipes galanes activos y princesas dóciles pasivas. Todo debía ser perfecto bajos los ojos del sistema. Por televisión las mujeres debían ver los programas de ‘cómo tener contento al hombre de la casa’, ‘madre, y esposa: mujer completa’, ‘tu familia es tu prioridad’.

En contraste, en la cárcel las mujeres eran vejadas, insultadas y tratadas como deshechos sociales. Cuenta una tradición que eso terminó como producto de revueltas que se daban en aquellos lugares; poco a poco se sucedieron olas de rebelión. Se dice que grupos de mujeres lograron escapar de las prisiones y tortura, con ayuda de otras mujeres; hasta internarse en la espesura de tierras silvestres. Eran llamadas salvajes, brujas, lobas, gitanas, histéricas, intensas, locas, enfermas de la cabeza, de todo menos mujeres. Se contaron un sinfín de mitos en torno a ellas, mientras fueron perseguidas durante años. Se pensaba en quemarlas, desaparecerlas, pues comportaban un riesgo para la sociedad del padre, del hijo y hasta del que llamaban ‘espíritu santo’.

Se decía que algunas ‘brujas’ por las noches lograban salir de sus escondites para seducir a los varones débiles de carne, y así poder procrear salvajemente en la espesura de los matorrales en cálidas noches estrelladas. Honestamente, todas las charlatanerías hicieron que las mujeres ‘recatadas’ empezaran a dudar de sus propios esposos, hasta el punto de llenarse de ira, o mejor dicho, valor y coraje. Corsé tras corsé fue reventando, hasta liberar huesos y músculos. Algunas jóvenes que detestaban la idea de casarse comenzaron a rebelarse igualmente. El sistema patriarcal perseguía a jovencitas ‘desobedientes’ y a las abuelas que recordaban su niñez donde habían sido programadas para callar y obedecer. Estas protestas fueron extendiéndose por todas las ciudades, hasta volverse incontrolables, ni la CSF podía contener la ola de una gran revolución. Cierto, también hubieron mujeres cómplices, o mujeres aisladas, temerosas del cambio inminente.

El estallido no cesó ni por las múltiples violencias que se fueron ejerciendo: juicios condenatorios, trabajos forzados, humillaciones públicas. Las revueltas y rebeliones continuaron, formándose olas y olas de una mar bañada en luna. Aquello causó ‘reformas’ o readaptaciones sistémicas. Algunas mujeres optaron por negociar generando discursos de poder, tomando espacios que el propio patriarcado había originado. Llegar a uno de esos puestos significaba un gran avance para estas mujeres, y en parte era una cara del caos necesario, de la sacudida originada por la marea. Las olas van y vienen, la luna sigue bañando con todos sus ciclos a la madre y hermana tierra.

Mientras, en los bosques las mujeres recibieron a jóvenes, niñas y niños, personas que preferían no definir su identidad, y de todas las edades que cansadxs de una explicación normativa buscaban junto con las ‘brujas’ construir una sociedad radicalmente distinta.

—Las transformaciones son lentas, en distintos niveles. Cada fase requiere de cuidado—, decía una de las ‘brujas’ que habían escapado de las primeras cárceles rebeldes.

—La hermana tiene razón, la luna nos enseña a tener paciencia con sus distintas fases—, sugirió una segunda, mientras extendía un brebaje que ofrecía cariñosamente a los recién llegados.

—¿Son hermanas?— preguntó una de las recién llegadas mientras bebía la infusión de manzanilla, manzana en trocitos y miel.

Entre lxs ahí presentes varias de las mujeres de cabellos blancos empezaron a tomarse de las manos y, formar una rueda alrededor de un fuego que ya habían encendido a las afueras de su campamento, para iniciar un canto sereno y profundo, en una sola voz de voces:

Solidarias, de la luna

entre las aguas del río

en mis hermanas confío

de todas hacemos una

 

Abrazamos diferencias

miramos fases diversas,

sabias de las universas

cuidando nuestras conciencias

 

Madre hermana tierra

danos tu raíz,

Brisa suave

sueños a imaginar,

Agua fresca

fluyendo feliz,

fuego eterno

voy a conjurar:

 

sororidad, sororidad

entre mujeres

es hermandad

contra la violencia patriarcal;

 

sororidad, sororidad

entre mujeres

es hermandad

por nuestro bienestar.

 

sororidad, sororidad

entre mujeres

es hermandad

por la humanidad, por la humanidad.

 

Los cantos se hicieron eco, hasta las plazas y calles. Generación tras generación.

Linda Acosta. «Desde mi corazón tropical, mi alma viajera les desea ciclos de luna armoniosos y soles cálidos; nací en Tabasco, y he viajado durante muchos años de mi vida. Amo la mar,  y montañas, las sonrisas y los mundos imaginados. Soy mexicana y española legalmente, yo digo que soy de la vida. Entonces, a través de la tierra, cosmopolita, nómada y feminista por donde voy y ando, como las brujas volando.
 
Puedo decir que me dedico a vivir. Me gusta estudiar y crear. Soy socióloga, poeta, escritora, artista de mi obrar. Ya no tengo útero, soy mujer, soy fértil de ideas, sueños, acciones. Me encanta la infancia, abrazarme a los árboles, caminar bajo las estrellas, organizar aquelarres de bienestar. Me gusta ir en bici o caminando, uso el transporte público, básicamente los trenes. Tijax es mi nahual maya: la curandera.
 
Cocino y fusiono, intuitiva juego al tarot y oráculos, me gusta guiar experiencias recreativas, doy clases o talleres eventualmente, soy anarquista. Creo que todo es posible y que todo se trata de amor. Esa es mi narrativa: soy utópica y constructiva».

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