¡Es una lástima verte en este calabozo! Aquí los días, los meses, son como miasmas que irán inundándote por dentro, hasta que sientas que los muros de tu piel, esos que antes te protegían, se van desquebrajando poco a poco y cada vez más, si intentas resanarlos. Eres muy joven pero ya irás entendiendo que les urgía borrarte de su universo perfecto, te condenaron al abandono y al juicio de los demás, somos lo que se esconde debajo de la alfombra.
¿Has pensado cuáles son tus existimentos? Esos motivos o porqués para imaginar con júbilo que un día saldrás de aquí. Antes soñaba que el día de mi liberación sería en marzo, que podría caminar descalza sobre tapices violetas de aroma jacaranda y por la noche la lluvia chocaría en un ventanal muy grande (para sentir que vivo en libertad, sin muros que me alejen del viento) y su música marcaría el compás de los movimientos de mi cadera buscando un orgasmo, compartiéndome con alguien elegido por mí. ¡Vaya! Hace mucho tiempo que no me entretengo imaginando existimentos, este lugar también te roba eso.
¿Me dijiste que te apresaron por drogas? Déjame adivinar. Tú ni consumes, ni vendes y a ese que te metió en este hueco no lo volverás a ver. De seguro ya está muy lejos enganchando a otra ingenua. Pero saldrás pronto, como en tres años si te pones lista. Aquí he tenido tiempo de estudiar y leer mucho, quería estar preparada para que nunca más me la volvieran a hacer. ¡No llores! ¿Te estoy asustando? Cierra los ojos y piensa que estás en otro lado, al principio funciona.
¿Te sientes mejor? Eso sí, no te acostumbres nunca a estar aquí, eso sepulta en vida. ¡Mírame! Yo era guapa, ¡guapísima! Pero ya no recuerdo qué hacía antes de prostituirme, a veces creo que nunca fui niña. Luego conocí a ese señor tan poderoso y con tanto dinero que siempre me elegía. Un día me propuso iniciar a su hijo, me dijo que en su familia así era la tradición y que él también tuvo que demostrar a los trece años que ya era un hombrecito en aquella casa de citas. En ese momento me asusté, le dije que no era un trámite, que el chico no tenía edad, o que al menos debería tener la posibilidad de decidir el momento y la persona que —¡nada!—, me interrumpió y me dijo que un objeto no opina, que así le enseñó su papá y que, si ya le habían hecho beber su primera copa y no se rajó, cómo no iba a querer presumirle a sus amigos que ya se cogió a una mujer.
Seguramente te estoy aburriendo, pajarita, pero tengo que aprovechar que puedes escucharme. El caso fue que me llevó al chamaco y dos días después una señora muy enojada llegó a buscarme con unos policías que me llevaron según a declarar, pero me arrestaron y me recluyeron sin mediar palabra. Luego me enteré de que esa señora era la mamá del chico, que me acusó de abuso sexual y que su esposo pagó mucho dinero para que me encerraran al menos diez años. Esa familia sale en la tele, aún son influyentes. A mí nadie me conocía, menos querían ayudarme después de semejante delito y de todo lo que inventaron en mi contra, —cómo fue capaz esa mujer—, decían. El peor error fue pensar que podía salir antes, porque más tardé en buscar abogada, que aquel hombre en enterarse; y una noche, sombras venidas de no sé dónde, se deslizaron hasta mi celda para acabar con mi vida.
¡Pero no te pongas triste! Olvida lo que te dije al principio, podrás resanar los muros de tu alma y hasta decorarlos, yo te voy a ayudar.
¡Ah, lo más importante! Nadie debe saber que me ves o que hablas conmigo, es mejor que te crean sola en esta, nuestra jaula. No quiero, pajarita, que te encierren eternamente como a mí.

Nació en Chihuahua y actualmente radica en la CDMX. Psicóloga. Algunos de sus escritos se han publicado en revistas y proyectos digitales e impresos como Penumbria, Ek Chapat, Editorial Elementum (Clan de Letras), Estrépito y Especulativas. Participó con un cuento en la antología ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género, editado por la UAM y recientemente en la Antología del concurso Internacional de cuento de Los Cuentacuentos 2020.