Brenda Lira: La musa griega

La musa griega ha envejecido convertida en esfinge, hinchada bajo el sol sus redondas mejillas revientan y su nariz respingada se quema. Sobre su rostro escurre un chorro de pintura negra ya seca, la cual endurece sus facciones. Ella nunca ha sido frágil, está hecha de piedra, mas, el baño de los siglos le han dado un carácter además, impetuoso. Tras ser dominados los oráculos, los romanos la dotaron de ese cuerpo de león y cola de dragón, mezcla entre el tipo oriental y griego de su especie, con el fin de mostrarla como un voluble y temible monstruo. Ella, … Continúa leyendo Brenda Lira: La musa griega

Elive Peña: Pequeñas causas

En medio de la noche total, lo único que podía ver eran esos grandes ojos naranja. Gritos y fuego, nada más que gritos y fuego habitaban esos ojos. Un fuego que casi lograba abrazarme, entonces, desperté. Desperté en un suspiro, no sé si de alivio o en acto reflejo al sentir que la vida se me iba; no exageraba, pues mi sueño había sido en esa onírica realidad, bastante terrorífico.  Esos ojos seguían presentes en mis noches de mal dormir por varios meses, abrumándome en pesadillas, pero esta vez fueron tan reales que, la visión de ellos no ha parado … Continúa leyendo Elive Peña: Pequeñas causas

Karla Arroyo: Lágrimas del mar

I Despierto y ahí está, me observa. Sus labios se mueven, trato de entender qué dice, pero no escucho. Desaparece en un parpadeo una vez más. Es la mujer al pie de mi cama, se materializa justo después del recurrente sueño de las medusas. En él, nado hacia la superficie de un mar turquesa, ante mí se desplazan largos y finísimos tentáculos, es un fantasma que danza ondulante e hipnotiza, mientras docenas de cuerpos transparentes iguales al suyo, me rodean, bloquean mi paso y comienzan a abrazarse a mí. Se incrustan a mi cara, me impiden respirar.  Su rostro parece … Continúa leyendo Karla Arroyo: Lágrimas del mar

Ángeles Sanlópez: El día que Andy nos invitó a su casa y todo cambió

  Para Andy Gonzáles: celebro tu vida, amiga. Para todas las que inspiraron este texto. En ese tiempo era difícil reunirse con las amigas. Nuestras agendas no coincidían y aunque sabíamos que estábamos cansadas, estresadas, tristes y frustradas, no teníamos tiempo de estar juntas riendo hasta que nos doliera la panza. Todas lo sabíamos, por eso cuando Andy nos invitó a su casa de improvisto nos sentimos muy felices. Recuerdo que ese día el celular sonó a las 6:00 de la mañana junto con mi alarma diaria. La invitación la vimos en el grupo de WhatsApp que teníamos e inmediatamente … Continúa leyendo Ángeles Sanlópez: El día que Andy nos invitó a su casa y todo cambió

Glennys Katiusca Alchoufi: La caja de reliquias

Visitaba a mi abuela cada año al terminar las clases, sus historias alimentaban mi curiosidad. La habitación amueblada con gusto antiguo. Un escaparate de madera tan fuerte que ni el comején lo podía penetrar. Sobre la mesa de noche una jofaina de peltre blanco con ribetes y flores azules sobre una palangana del mismo color resaltaban en el lugar. Mi abuela, recostada en la cama me esperaba a que me colara en su cuarto. Como cómplice me escondía entre sus enaguas para contarme cuentos sin que mi mamá notara que me había escapado después de pasada la hora de ir … Continúa leyendo Glennys Katiusca Alchoufi: La caja de reliquias

Ilse Sánchez Quintero: Ensayo

Pude ver los términos de mi muerte. Me ofrecieron atajos, fechas, nombres, para dejar al azar lo mínimo: A todos nos gusta controlar, y nunca antes fue posible planear nuestra partida.   Dije no a casi todo porque me pertenece la espera y he de estrellarme contra su calma, ante la pérdida de lo que no he sido, de lo poco que pude hacer con días que nunca quise. Voy, por primera vez, contra el oleaje, a la vista del naufragio.   Me concentro en la despedida. El programa permite ensayar el rito fúnebre:   cuando cae el último grano … Continúa leyendo Ilse Sánchez Quintero: Ensayo

Desde las estrellas: Javiera Fuentes

Los escuché llegar desde lejos, aunque no hablaban precisamente fuerte o despacio. Quizás fueron sus pisadas conjuntas lo que los delató e hizo que me sentara en la entrada a esperarlos aparecer entre los árboles. Quizás fue el roce de la tela de sus túnicas, pesadas y toscas, o el tintineo de sus utensilios que cargaban a sus espaldas. O quizás fue el silencio que se produjo alrededor de su extraño cortejo. Llegaron durante el día, aunque solo interactuamos con dos. Se veían limpios, amables y educados, pero no en extremo. Sonreían con franqueza y me sentí tentada de juzgar … Continúa leyendo Desde las estrellas: Javiera Fuentes

Sara Pizarro Romero: Quince años

Era la última de la fila de cinco; ahora es su turno. Pequeñas luces iluminan el camino empedrado frente a ella. Ahí, sola, mi hermana tiembla cuando sus pequeñas manos desatan los lazos que sujetan su capa y la deja caer al piso, mostrando el hermoso y voluminoso vestido blanco, confeccionado especialmente para la ocasión. El jefe del pueblo le da una copa y ella se acaba la bebida de un gran sorbo. Es una mezcla de hierbas medicinales que te desinhiben totalmente, un brebaje asqueroso. Es el momento de la verdad. Aquí es donde todo inicia … ***** Caminaba … Continúa leyendo Sara Pizarro Romero: Quince años

Luviana Re: Tadeo en medio de las noches

Era arquitecto y creía en los espacios, en sus hilos infinitos que tejen proximidades y lejanías. En las líneas perfectas de algunos edificios que se extienden hasta tocarnos. Amaba el orden, la precisión. Secretamente, pensaba que aquellos hilos imperceptibles, de alguna manera, lo conferían a nuestras vidas. Durante un tiempo yo también lo creí. Aunque se riera de mí y me besara en la frente. “Oh, querida, tú eres la entropía”, me decía encantado al llegar a mi rescate con las llaves del departamento otra vez olvidadas. O el paraguas. O la cartera. Pero Tadeo se desvaneció un jueves. Se … Continúa leyendo Luviana Re: Tadeo en medio de las noches

Illari Alderete: Para cuando nuestro señor llegue

A mi abuela No me llores no, no me llores no porque si lloras yo peno… La Martiniana   Ella murió de golpe, como se muere cuando te da un paro cardíaco. La conocí cuando tenía 60 años, aún era joven para ser abuela pero en ese momento se convirtió en una. Mi abuela, Tomasa, era muy devota de la iglesia, prácticamente era mi única familia, pues mis padres murieron cuando yo era un bebé. Crecí con sus cuidados, con sus regaños, con sus regalos, con sus cariños, sus enojos, crecí conociendo sólo su mundo. Solíamos ir a misa y … Continúa leyendo Illari Alderete: Para cuando nuestro señor llegue