Silvina Ocampo: El sótano

Este sótano que en invierno es excesivamente frío, en verano es un Edén. En la puerta cancel, arriba, algunas personas se asoman a tomar fresco durante los días más cruentos de enero y ensucian el piso. Ninguna ventana deja pasar la luz ni el horrible calor del día. Tengo un espejo grande y un sofá o cama turca que me regaló un cliente millonario y cuatro colchas que fui adquiriendo poco a poco, de otros sinvergüenzas. En baldes, que me presta el portero de la casa vecina, traigo por las mañanas agua para lavarme la cara y las manos. Soy … Continúa leyendo Silvina Ocampo: El sótano

Inés Arredondo: Apunte gótico

Cuando abrí los ojos vi que tenía los suyos fijos en mí. Mansos. Continuó igual, sin moverlos, sin que cambiaran de expresión, a pesar de que me había despertado. Su cuerpo desnudo, medio cubierto por la sábana, se veía inmenso sobre la cama. La vela permanecía encendida encima de la mesita de noche del lado donde él estaba, y su luz hacía difusos los cabellos de la cabeza vuelta hacia mí, pero a pesar de la sombra sus ojos resplandecían en la cara. La claridad amarillenta acariciaba el vello de la cóncava axila y la suave piel del costado izquierdo; … Continúa leyendo Inés Arredondo: Apunte gótico

Gabriela Rábago Palafox: Pandemia

Había llovido. Las últimas gotas caían bugambilias abajo, se perdían en los charcos que obscurecían el asfalto. El aguacero había arrancado a las jacarandas la mayoría de las flores que permanecían al pie de los árboles, a manera de alfombra pasajera. Entre las ramas cantaba estridentemente el pájaro aquél –grande, negro y naranja– que Elisa había logrado ver sólo un momento. El canto era alto y claro, como una recurrencia del alba y el atardecer. Le fastidió, igual que otras veces, no poder imitarlo. Mauricio sí podría, pensó. Lo escribiría, incluso, en notas musicales y lo silbaría hasta que ella … Continúa leyendo Gabriela Rábago Palafox: Pandemia

Charlotte Perkins Gilman: El tapiz amarillo

No es habitual que gente normal como John y yo alquile una casa para el verano. Una mansión, una heredad… Diría que una casa encantada, y llegaría a la cúspide de la felicidad romántica. ¡Pero eso sería pedir demasiado! De todos modos, diré con orgullo que hay algo extraño en ella. Si no, ¿por qué iba ser tan barato el alquiler? ¿Y por qué iba a llevar tanto tiempo desocupada? John se ríe de mí, claro, pero es lo que se espera del matrimonio. Él es práctico. No tiene paciencia con la fe, la superstición le produce horror, y se … Continúa leyendo Charlotte Perkins Gilman: El tapiz amarillo

Guadalupe Dueñas: Historia de Mariquita

Nunca supe por qué nos mudábamos de casa con tanta frecuencia. Siempre nuestra mayor preocupación era establecer a Mariquita. A mi madre la desazonaba tenerla en su pieza; ponerla en el comedor tampoco convenía; dejarla en el sótano suponía molestar los sentimientos de mi padre; y exhibirla en la sala era imposible. Las visitas nos habrían enloquecido a preguntas. Así que, invariablemente, después de pensarlo demasiado, la instalaban en nuestra habitación. Digo “nuestra” porque era de todas. Con Mariquita, allí, dormíamos siete.   Mi papá siempre fue un hombre práctico; había viajado mucho y conocía los camarotes. En ellos se … Continúa leyendo Guadalupe Dueñas: Historia de Mariquita

Inés Arredondo: Orfandad

Creí que todo era este sueño: sobre una cama dura, cubierta por una blanquísima sábana, estaba yo, pequeña, una niña con los brazos cortados arriba de los codos y las piernas cercenadas por encima de las rodillas, vestida con un pequeño batoncillo que descubría los cuatro muñones. La pieza donde estaba era a ojos vistas un consultorio pobre, con vitrinas anticuadas. Yo sabía que estábamos a la orilla de una carretera de Estados Unidos por donde todo el mundo, tarde o temprano, tendría que pasar. Y digo estábamos porque junto a la cama, de perfil, había un médico joven, alegre, … Continúa leyendo Inés Arredondo: Orfandad