Gloria de la Soledad López Perera: La desconocida

No era la clásica mujer por la que los hombres se volverían locos. De baja estatura y rasgos comunes, se alejaba del prototipo exhibido en revistas y pasarelas.

Pero cuando la conoció y la trató personalmente, supo que tenía algo que atrapaba, que seducía. No sabía si era su oscura e intensa mirada o la forma de apartar el pelo de su rostro. Tal vez fueran los lunares que se dibujaban en su mejilla o sus finos dedos que no paraban de jugar con el vaso de frío cristal.

Aquella noche ella se hizo de rogar y, por mucho que insistió, no le facilitó ni nombre, ni número de teléfono. Estaba jugando con él, lo sabía, pero le gustaba sentirse bajo su sumisión total.

Por eso, al despedirse ya ansiaba volver a verla, a rozar su piel disimuladamente, ver cómo aquellos labios jugosos y rojos se insinuaban con cada gesto.

Pero había algo que en el fondo lo mantenía a la defensiva, por primera vez en su vida había sentido temor y eso no le gustaba. En aquel primer juego se sintió dominado, aunque voluntariamente, y temía llegar a perder el control de sí mismo.

Como militar era el clásico hombre acostumbrado a controlarlo todo y estaba seguro de que si volvía a verla, haría de él lo que quisiera.

Las noches siguientes no pudo conciliar el sueño, en su cabeza sus risas se fundían con aquella mirada cálida y especial. No lograba dejar de pensar en ella, nada ni nadie le importaba. Intentaba mantener el trabajo al día, pero los papeles sobre la mesa eran como hojas marchitas que obstaculizaban el poder dedicar todos sus pensamientos a la mujer desconocida del Local Cinco, en el que recaló por casualidad. ¿O fue el destino?…

Aquel sábado el calor era sofocante, agobiante y las maniobras se hicieron pesadas, desagradables y lentas, como si el tiempo se hubiera parado en aquella meseta y el segundero jugara al escondite con los números del reloj.

Y por fin, a las dos de la tarde, con casi treinta grados a la sombra, volvieron al cuartel. Nada más llegar le dieron el recado que una mujer había llamado, preguntado por él y le había dejado un mensaje. Miró incrédulo al soldado esperando algún dato más, a lo que el chico continuó intentando citar al pie de la letra la misiva.- Le pide que acuda esta noche, sobre las diez, al Local Cinco. Solo eso, señor.-

El corazón le dio un vuelco, ella lo requería sin más, así como quien chasquea los dedos y espera que se cumplan todos sus deseos. Al principio sintió coraje, rabia, pero un calor invadió todo su cuerpo y la sensación de ahogo lo consumió en vida. Lo que temía había sucedido, necesitaba verla, sentirla cerca, olerla, rozarla, amarla.

Corrió a las duchas y completamente vestido, buscó refugio bajo el agua fría que caía con fuerza sobre su cabeza, sobre su cuerpo, intentando sofocar el fuego que lo envolvía, pero ya no había propósito válido, solo ella podría sofocarlo.

La noche de autos se presentó puntual a las diez, al abrir la puerta la divisó a lo lejos, más guapa, más hermosa; esperándolo en la misma mesa, con una copa entre los largos dedos y una sonrisa insinuante dibujada en rojo pasión sobre su pálido rostro.

Llegó a su lado sin apartarle la mirada, solo ellos en aquel antro lleno de clientes, al margen incluso del cantante que recreaba sobre el minúsculo escenario una canción de Frank Sinatra.

Ella se levantó y lo besó en los labios. Fueron solo unos segundos, pero Gerardo experimentó que el suelo se hundía y caía en picado a un abismo, sin alas. De repente lo soltó y, riendo a carcajadas, sus manos agarraron con fuerza las de él y lo sentó a su lado. Ya no hubo marcha atrás, aquella mesa se convirtió en un volcán de pasión y ajenos a todo y a todos sus labios iniciaron una lucha que solo el camarero logró interrumpir.

Ella lo miró con reproche, molesta por la interrupción y con malos modos le contestó que no querían tomar nada. Gerardo la observaba sin decir palabra, deseando que los dejaran solos de nuevo y continuar con su particular guerra.

Pero ella ya tenía otros planes, se levantó y le pidió que la llevara a otro lugar, lejos de allí, donde pudieran estar a solas. La miró fijamente y la notó diferente, era como si la mujer melosa que lo recibió minutos antes hubiera desaparecido y ahora frente a él tenía una fiera encolerizada, provocativa, voluptuosa y le complació aquel cambio, tanto que ni respondió.

La abrazó por el costado y ambos salieron del local.

Subieron al coche de Gerardo y, sin rumbo fijo, cogieron la carretera que llevaba al norte.

Mientras él conducía, ella lo acariciaba, lo besaba, lo provocaba a sabiendas de que no podía perder el control sobre la carretera, contemplando cada gemido de placer contenido, disfrutando de aquel sufrimiento con gusto provocado.

Recorridos unos kilómetros, no pudo más y aparcó bruscamente el coche sobre el arcén, puso el freno y la abrazó con fuerza, tanto que pensó que le partía uno a uno cada hueso. Y no iba desencaminado, algo anormal estaba ocurriendo delante de sus ojos. Sus finos dedos se habían convertido en largas y afiladas garras, su espalda se arqueaba por segundos y sus hermosos y voluptuosos muslos se cubrieron de un duro vello.

Intentó separarse, pero le fue imposible. Ella lo atrajo con más fuerza y sintió cómo se quebraban sus costillas y no podía respirar. Todo fue tan rápido que casi no notó cómo su desconocida amada le desgarraba el cuello, provocando que la roja sangre corriera a borbotones por su pecho…

Y así, acabó la corta historia de amor entre un aguerrido militar y una mujer loba en una fatídica noche de luna llena.

La pena de todo esto es que Gerardo nunca supo su nombre.

Nací en Santa Cruz de Tenerife, en la isla de Tenerife y pertenezco a la Asociación Cultural Canaria de Escritores (ACTE) y al colectivo Literario Internacional Arando Letras de México en Tenerife.

Es a partir del año 2015, con la publicación de mi primera novela titulada LA LEVA DEL PODER, cuando me implico de nuevo y de forma activa en el mundo literario.

El año 2024, decidí dar el salto y publicar mi primer poemario, genero con el que comencé muy joven en el mundo de la literatura. Se titula POEMANDO MI CICLO VITAL, y es un viaje a través de mi vida en trece poemas. La publicación de este poemario coincidió con mi sesenta cumpleaños y para mi es un testamento vital escrito, como regalo a mi familia, amigos y lectores.
Muchos de mis microrrelatos, relatos, cuentos, poemas, nanorrelatos, siglemas, han sido seleccionados para formar parte de diversas antologías literarias, a nivel nacional e internacional, obteniendo además múltiples premios y menciones especiales.
También realizo colaboraciones en revistas literarias y periódicos digitales a nivel nacional e internacional.

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