Alexsa Bathory: Carta al emisario del abismo

Sabías del frío en las venas. Reconociste entre guitarras y voces distorsionadas el abismo. Ahí, a través del blackmetal pudiste enunciar aquello que trastocaba tu cuerpo. Sentiste en carne y hueso lo que era habitar un mundo ajeno. Dudaste, muchas veces, sobre tu propia humanidad. Eso es lo que podías transmitir en cada presentación en vivo: gritos guturales, donde no importaba tanto el qué decir, sino el cómo.

Y cómo sino desde las entrañas mismas. La desesperación que habita entre el golpeteo de una batería a un ritmo descomunal, repetitivo. La noción de lo eterno y el ocultismo que siempre te atrajo. Fueron un imán los huesos, la muerte. Dead, fue el nombre que te dio fama; Per Yngve Ohlin, la manera de nombrar a un saco de carne al que, sin darte cuenta, diste vida.

Principios de 1988. La banda noruega Mayhem buscaba un nuevo vocalista. Aunque Per “Dead” Yngve Ohlin tenía su propio proyecto –Morbid-, no dudó en enviar un demo desde Suecia. El paquete estaba acompañado de un ratón muerto atado a una cruz: la putrefacción fue clave para su aceptación dentro de la banda. Dead compartió el resto de su vida con los demás integrantes: Euronymous en la guitarra (Øystein Aarseth), Necrobutcher en el bajo (Jørn Stubberud) y en la batería Hellhammer (Jan Axel Blomberg). Desde entonces el blackmetal consolidó su propia puesta en escena, estética y sonido. Así inició, para muchos, la segunda ola de este subgénero del metal.

Compartiste también tus obsesiones. Tuviste oportunidad de mostrar tu propia personalidad: mórbida y dolorosa. Eras joven, tan sólo tenías 19 años cuando decidiste que el metal y Noruega eran el lugar indicado. Mudarse fue sencillo, nunca habías pertenecido a espacio alguno. Ni siquiera estabas seguro de pertenecer a los vivos; tampoco a los muertos. Liminal, como el propio blackmetal.

La música que elegiste me ha traído hacia ti. El camino ha sido complicado: soy una mujer que escucha metal extremo. Aprecio los sonidos distorsionados y las vocalizaciones ahumanas que reverberan. Porque aquí no importa lo “limpio” o “perfecto” de una nota; al contrario, destaca el tono de lobo, aquel sonido sucio tan evitado por los compositores y que aleja la música de todo lo sagrado.

Lo mismo ha significado mi tránsito por esta existencia: lo inacabado, imperfecto. En ocasiones fui tratada como si mi presencia dentro de la escena ensuciara el verdadero metal. “No cantes eso con tu voz”, llegaron a decirme. Como si mi voz tuviera algo mal, pero nunca fue su sonido, sino mi género. ¿Por qué escucharía este tipo de música? Se ha puesto en duda mi voluntad, creyendo que no puedo elegir escuchar gritos.

Aunque, más que gritos, lo que estoy eligiendo es abrazar un tipo de oscuridad. Tal como tú hiciste, tal como ahora Amalie Bruun con el proyecto Myrkur, donde combina el tono del lobo, la distorsión y batería del blackmetal con voz femenina, donde su sonido claro flota libremente, creando la sensación de que proviene de otra dimensión. Myrkur hace énfasis en lo etéreo y fantasmal.

1983, fuera del cuerpo. Con solo 14 años, Dead fue declarado clínicamente muerto. Entre varios compañeros lo golpearon, provocándole hemorragias internas. En una de las cartas que envió a Old Nick, dueño de un fanzine italiano y distribuidor de música, Per describió su experiencia del otro lado: “vi un extraño color azul por todas partes, era transparente por lo que pude, por un breve momento, ver todo en azul, hasta que algo brillante, blanco ‘caliente’ me rodeó”. Más tarde, una mujer le explicó que conforme se avanza en los planos astrales, se ve un color azul que cada vez es más brillante hasta llegar a un blanco-brillante que no puede ser alcanzado por los mortales, y que, si algún mortal entraba, dejaba de ser un mortal, siendo imposible regresar de los otros planos ni a este mundo.

Per estaba convencido de que estaba muerto. Por eso, en el escenario quería verse como tal: de ahí el corpsepaint, término que acuñó para el maquillaje ahora emblemático del blackmetal. Sus compañeros declararon que Dead enterraba su ropa antes de los conciertos para que estuviera sucia y tuviera la impronta de lo putrefacto. Incluso, llegó a pedirles ayuda para que lo enterraran, porque él pertenecía a la tierra, a la naturaleza.

Oye, Dead, he estado frente al actual Mayhem. Presencié su ritual en la Ciudad de México. A pesar de que el nombre es el mismo, se han transformado. No sólo el grupo, también la música. Creció la tercera ola, a la que algunos llaman blackmetal trascendental. Es más parecida al hielo: con tonos blancos y luminosos, pero al mismo tiempo más cercana a otros planos, a lo extraño y misterioso; sigue siendo fría, aunque con nuevas formas.

Ya te hablé de Myrkur que es parte de esta nueva forma de sonar. Es que ahora hay más mujeres que hacen blackmetal, como Jasmine Shadrack en Denigrata, escribiendo letras y tocando la guitarra. Ella sostiene que el ‘negro’ en este género es el nigredo en formación; es el trance entre identificar la oscuridad y putrefacto para gritarlo, golpearlo en la batería y, desde ahí, crear.

1989, Freezing Moon. Euronymous buscaba que Mayhem tuviera una cierta estética, lo que él creía era la imagen del verdadero metal. Algo para lo que Per se ajustaba perfectamente e incluso más. Él declaró a la revista Slayer Mag: “Las letras de ‘Deathcrush’ no están nada mal, pero luego se volvieron gore o tendencia. Ahora estoy escribiendo lo que yo creo que es blackmetal desde mi punto de vista». Dead se presentó con Mayhem por primera vez en Bootleg, Oslo, en 1989. Ahí cantó “Freezing Moon”, la canción más icónica de la agrupación y una de las que Dead escribió. Sus letras estaban más cercanas a lo esotérico, lo pagano e incluso lo espiritual.

Al escuchar esta nueva ola de blackmetal siento que te puedo escuchar. Dead, ahí estás: entre los guturales, los cantos limpios, los pianos e incluso las gaitas o las zanfonas. Sí, estás en ese extracto negro que ha marcado este género desde su génesis: la transmutación desde las sombras. No por nada se le ha relacionado con el nigredo alquimista: el estado de putrefacción de la materia, un tránsito hacia la transformación en otra cosa.

Un tránsito como lo ha sido esta música. No estar en ningún espacio y al mismo tiempo estarlo. Un pulular de sonidos que no llegan a ruido ni a melodía, mientras que niega el silencio. Eugene Thacker, en su ensayo «Sound of the Abyss», propone que el blackmetal tiene un sonido subsónico: el sonido de la negación que es manifiesto pero no aparente, real pero no empírico, el sonido del abismo que no es silencio o quietud o ruido, sino el unsound. El blackmetal es una forma de escuchar el abismo. A veces nuestro propio vacío.

Al oír este tipo de música siento que te puedo escuchar. No a ti, sino a esa entidad que encarnaste. Soy un médium. Te escucho, Dead. Escucho a la muerte. Es mi compañera, en femenino. Illa, Mother of Death, we welcome you into us, resuena en Feminazgul, make us not safe, make us brave. Seguiré a la gélida luna, incluso de día. Tomaré el vacío que hay dentro de mí y lo convertiré en fuerza. El blackmetal será parte de mi camino alquímico: como mujer, como persona. Te escucharé, Dead, tanto como la muerte me lo permita.

Alexsa Bathory (Ciudad de México, 1994). Psicóloga de profesión, aunque dedicada al resguardo de Derechos de Autor de obras musicales. Sus cuentos han sido incluidos en las antologías Mortuoria: Sombras en Día de Muertos (2017) y Lotería del caos. Horror vol. II (2022) y en revistas digitales como Penumbria y Exocerebros.

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