Del lado oscuro de la luna hay un conejo blanco que llegó ahí cuando escapó de las garras de una loca de la moda que quiso convertirlo en guantes para el invierno.
En Júpiter están las aves que perdieron los árboles para posarse y que prefirieron volar en perpetuidad. Necesitaban para tal efecto una atmósfera menos densa que la nuestra, donde volar no fuera motivo de cansancio.
Encélado, una de las lunas de Saturno, alberga a los pingüinos que perdieron el Polo Sur a causa del derretimiento de los casquetes. Allá se adaptaron bien y están en espera de que los osos polares hagan la mudanza también. Dicen que las aguas de debajo del hielo de Encélado contienen buenas y variadas fuentes de alimento.
En una alta montaña de Plutón hay una raza de cabras interplanetarias que lamen los minerales del planeta enano. Se sabe que adoran saltar de peñasco en peñasco y dormir al borde de profundos barrancos.
Los peces de la Tierra no han tenido un destino tan favorable. Debido al incremento en la temperatura de los mares, tuvieron que empezar a desplazarse más y más al fondo de estos. En el camino, se toparon con los peces de la zona abisal, que vieron con malos ojos la invasión de su espacio. Los gusanos tubícolas, aunque no pueden moverse, se opusieron a que especies coloridas de más arriba vinieran a perturbar la tranquilidad de su vecindario. Entonces, esos peces multicolores de aguas más superficiales buscaron embarcaciones hundidas en el lecho marino y ahí fabricaron condominios de departamentos donde actualmente viven hacinados.
¿Y los gatos? Los gatos son los dueños del mundo aún. Sus patas son capaces de caminar por delgadas líneas rectas y atravesar las ruinas de las ciudades. Siempre han sido animales independientes y, aunque extrañan la comida húmeda, se las arreglan para sobrevivir.
Los perros, por otro lado, hicieron manadas y se mueven de un lugar a otro. Los más pequeños siguen a los más grandes. Los más grandes avanzan sin rumbo, confiando en su instinto, olfateando rastros de un pasado más prometedor. Esperan encontrar algún día a alguien que les haga mimos en la panza. A veces las pulgas no los dejan dormir.
Dicen que varias especies de reptiles se fueron a Venus donde han logrado adaptarse al entorno amarillo de metano. Sus pieles de por sí escamosas se hicieron más gruesas. Alguien predijo que evolucionarían al punto de conformar una raza inteligente en el futuro: los reptilianos. Y, aunque esto tardará millones de años, quizá sean ellos los que a la distancia verán la Tierra y piensen que es un planeta deshabitado donde no vale la pena aventurarse.
Los humanos, me preguntas. Bueno, los humanos fueron a Marte antes del Gran Desastre. Sin embargo, no todos pudieron costear el viaje y perecieron cuando la falta de agua dulce fue inevitable. Los que estuvieron en Marte vivieron relativamente bien por muchos años, pero el agua de allá también era escasa. Tarde se dieron cuenta de que no iban a encontrar otro planeta con las características que tenía este y las súper-tierras que descubrieron con sus telescopios estaban aún demasiado lejos para llegar a ellas a tiempo…
—¿Y qué sucedió después? —preguntó el ballenato a su madre.
—Pasaron más cosas, muchas más, pero es hora de dormir.
Ambos cerraron los ojos en aquel mar turbio que se asentaba donde antes hubo grandes ciudades.

Mayra Escamilla. Estudié Letras Modernas Inglesas en la FFyL de la UNAM y me dedico a la docencia. Soy entusiasta del cuento de géneros especulativos, exploradora de las posibilidades en la ficción y coleccionista de anécdotas. He publicado cuentos en varias antologías físicas y digitales. En 2022 me uní como co-coordinadora a Especulativas. Además, formo parte del Comité de Matriarcada que organiza Imaginarias. Premio Nacional para Mujeres Cuentistas de Ciencia Ficción.