Liliana Núñez: La mujer dentro del cuadro

Laura, escuchas las goteras de tu cuarto: clap, clap, clap. Te preguntas: ¿qué pasaría si la lluvia conversara contigo, si tan solo pudiera contarte cómo es el mundo? Sales, sí. Pero nunca más de una hora. A veces, ni eso. ¿Cuánto tiempo has estado encerrada? ¿Logras recordarlo? Cosiste tus labios con los paisajes que nunca has visto. Tan fácil sería comprar un boleto de avión e irte muy lejos del lugar que habitas. No lo haces. Te dan miedo las máquinas; imaginas que son un dragón que devora el ruido. Tal vez así sea. 

Desde siempre se te dijo que afuera es peligroso y que ahí en tu casa, rodeada de cristos y estampas de santos, estarías bien. Pero no lo estás. Te has inventado, tantas veces, la misma historia que comienzas a sentirte una extensión más del papel tapiz que miras atentamente en la sala. 

Hasta ahora, tu ventana al exterior ha sido la computadora. Navegas todo el tiempo en busca de cuadros que te lleven a universos extraños. Porque si hay un sitio donde Cristo no observa es dentro de esos paisajes de bits. Entre tanto buscar te encuentras con un lienzo que te llama; se trata de una mujer con cabello naranja y rostro de ave; sostiene una lámpara y crees que en ella se encuentra la luz del mundo. Piensas que, paradójicamente, la mujer del lienzo podría ser una santa. Compras el lienzo y lo mandas enmarcar. Colocas la obra a un lado de Cristo, como si la mujer pudiera protegerte de su mirada inquisidora. 

Sí, hay algo hipnótico en la mujer-ave: sonríe, aunque en su espacio pictórico se encuentra rodeada de criaturas danzantes color verde iridiscente. 

Laura, te colocas en la posición de la mujer del cuadro y mueves tus brazos arriba y abajo, como si te prepararás para hacer un acto de magia. Imaginas que sostienes lo mismo que la mujer, casi puedes sentir el calor en tus manos. Muy quietecita y concentrada en algo más que en los santos que te miran con el ceño fruncido, hablas en voz alta, tu voz suena pastosa: Soy una bruja

Caminas en dirección a la puerta; das uno, dos, tres, cuatro pasos. Le das vuelta a la manija y sales al jardín. Lo que descubres te deja inquieta: es una especie de revelación. Tal vez, si tu cuerpo cambiara de forma y fueras mujer-ave, podrías conocer los secretos que se ocultan a la vista. Piensas en la transmutación; en como una palabra lo cambia todo. Dices: Ahora soy quetzal. Miras al cielo. Sientes que a tus brazos le salen plumas; se encuentran listos para echarse a volar.

Liliana Núñez. Poemas míos aparecen en las antologías Crestomatía Gymkata y Novísimas, reunión de poetas mexicanas por parte de la editorial Los libros del perro. He publicado en revistas digitales como 3Pies y Estrépito, entre otras.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s