Intento reprimir el temblor de mis piernas para que no choquen contra la puerta del clóset y me delaten, no lo consigo. Ella sabe dónde estoy.

Oigo sus pasos subir la escalera, me atrevo a  mirar por la puerta entreabierta de mi escondite. Veo su silueta acercarse a la ventana, alisar su vestido, acariciar su pelo.

—¡Niña, no te escondas! Anda, ayuda a tu pobre madre —me suplica al tiempo que me arrebata de la protección del clóset. Aprieto los ojos, pero antes alcanzo a ver su sonrisa traviesa, sus dientes blanquísimos. Sé que no tiene caso resistirme. Me abandono a su embrujo, al marfil de sus colmillos. La sangre fluye.

—Es solo un poquito, hijita. El maquillaje no hace milagros como tú.

Me desvanezco, abro los ojos y el espejo me regresa la imagen que tanto odio: soy una quinceañera anciana y marchita. 

Mi madre me lanza un beso desde el umbral de la puerta. ¡Es tan hermosa! Una estatua griega que ha cobrado vida. 

A través de mi ventana veo al hombre que la espera en su coche, mi madre lo saluda con un beso larguísimo. Él se lame los labios, sonríe. 

Voy a vomitar.

Belem Eslava, México (1977), estudié ingeniería en el IPN y fotografía en el IPBA de San Luis Potosí. He tomado talleres de escritura creativa desde el 2020. He publicado los cuentos “Anaa Yoots” en la sección Universo de Letras de El Universal de SLP, (2019), “El Ciclo del Agua” en la antología Laboratorio de Letras Capicua, (2020) y “Recuerdo Rojo” en Especulativas (2021).