María Inés Canto: Not an easy pleasure

Me levanté de prisa. El pan estaba en su punto, en ese pico de olor que dura unos segundos antes de que la llama empiece a quemar la superficie. Ese punto que se escucha si hay silencio el domingo por la mañana. Me levanté subiendo esa curva del aroma del pão de queijo que había puesto en el horno unos minutos antes. Abrí la puerta y la superficie cuarteada con pintas doradas dejaba salir ese olor que mi nariz ya no sentía porque había caminado dentro de él. Esto me provocaba un placer inmenso.

Justo antes, Bárbara y yo habíamos hecho el amor siguiendo el reloj de la estufa. Habíamos despertado y moríamos de hambre y sed. Fuimos a la cocina con el deseo y la promesa de regresar a tocarnos. No se trataba de la urgencia de la mañana, del deseo inmediato de estar en el otro cuerpo y en el nuestro y lograr el punto del orgasmo nítido, quizá más corto y reposado de la noche anterior. Este era otro tipo de calor, con textura de burbuja densa y suave.

Vi su sombra atravesar el pasillo. La luz dorada de la mañana, sus cabellos hasta los hombros y esa fina bata de lino que dejaba lugar a las transparencias de su cuerpo me hacían pensar en las fotografías de Francesca Woodman, originaria de Denver, Colorado. Ella se suicidó en 1981, el año de mi nacimiento; supe de su existencia hace muy poco. Sus fotografías incluyen varios autorretratos con sombras y luces en su cabello que la suspenden de su propio pecho. Sus modelos son casi todas mujeres: una suspendida del marco de una puerta a la manera de un Cristo crucificado y con el cuerpo flotando lejos del piso. En otra foto, una mujer sale de una esquina y un espejo recoge la imagen borrosa de su rostro y de su pelo. Mi favorita es la foto de una mujer con un espejo rectangular entre las piernas, la mujer ha puesto su cabellera sobre el espejo y no se le puede ver el rostro; frente al espejo hay un cerebro de plástico que se refleja. Dentro de la fotografía existe esta otra imagen dentro del margen del espejo: cabellos femeninos y cerebro iluminados por el reflejo de la luz. 

Sus fotos me han dado el vocabulario para nombrarte, para hacerte aparecer en el sueño y en la carne. Pauso tu sombra en la pared y aspiro tu presencia. Llegas y subes la llama de la cafetera italiana para que el café apure y alcance en 5 minutos el reposo del pan sobre la hornilla. Yo saco los gajos de una naranja madura para hacer esa triangulación de sabores que me suspende los sentidos: café, pão de queijo y naranja. Te acercas a mi cara y pausas tu mejilla sobre la mía, podría sentir el rastro de mi sudor y mi sexo en tu rostro. Ella sabía. Te despegas, con tu cabeza recorres mi nuca y tu otra mejilla aparece por el lado opuesto de mi cara. Respiro y el olor regresa a su lugar de origen, se me abre el vientre y la imagen de tu pelo entre mis piernas aletea en mi cabeza. Giro para besarte y sentir mi olor en tu lengua. Ella sabía.  Esa era la prolongación de mi deseo, esa burbuja que nos permitía el retorno a tientas al orgasmo. 

Ni Bárbara ni yo habíamos tenido que explicar este secreto juego de la memoria. 

Un día me dijo antes de desaparecer:

—Me gusta hacer el amor contigo porque besar tu sexo no es una cuota o una acción recíproca. Tampoco es un ritual sagrado. Llega como una necesidad aislada tuya o mía, como un propósito que me hace cerrar los ojos y reposarlos en tu vientre. No esperamos simetrías. Muchas veces hacemos el amor y nos miramos de frente y te beso los senos todo el rato porque me gusta sentir la curva de tu espalda cuanto te vienes. Me gusta que sabes de ese ritmo y que si has estado en mi vulva, voy a seguir contigo un par de horas y me vas a enviar un mensaje: “I feel ya” / “Day is tasting nice and warm”… «But what I really like is licking your lower lip a couple of minutes after. I look for the curve of your lip, and I feel myself and remember the very first contact of your tongue with my lips. That is not an easy pleasure.»

María Inés Canto. Soy una feminista mexicana de la Península de Yucatán. Emigré a los Estados Unidos hace 13 años para cursar estudios de posgrado. Durante esos años, aprendí a practicar yoga y a hablar portugués. Soy profesora-investigadora en Colorado State University. Actualmente, participo en círculos de lectura para mujeres, soy creadora del Podcast Voz alta e investigo sobre el tema del incesto en la narrativa de escritoras latinoamericanas.

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