Manuela Herazo: Feromonización cósmica

Ella cerró los ojos y respiró mientras se llevaba la mano al vientre. La punzada por el periodo había sido particularmente aguda pero el efecto del medicamento iba cediendo. Abrió los ojos y avanzó hacia la puerta. No estaba de ánimo para atender al técnico; por sobre el dolor, ella sabía bien lo que ocurría en esos días, así que esperaba no demorara mucho.

Al salir, se dio cuenta que él ya estaba por terminar su trabajo. Instintivamente, ella se llevó la mano sobre el vientre y pudo percibir el cosquilleo sobre sus palmas. Un polvo cósmico se iba liberando del vientre y empezaba a rodearla.

Él percibió una presencia a su lado, se giró y la vio. Llevaba una gruesa bata de baño y el cabello revuelto: era una frondosa mata pelirroja. Tuvo la tentación de querer hundir sus dedos entre aquellos chinos salvajes. Algo en aquella chica le llamaba la atención. Al mismo tiempo, percibió un aroma; era un aroma muy particular que comenzaba a provocarle una especie de frenesí. No sabía cómo explicarse esa sensación pero fue algo perturbador. Intentó continuar con su trabajo cuando experimentó un endurecimiento en la entrepierna y su respiración cambió de prácticamente imperceptible hasta convertirse en una extraña agitación.

Ella podía ver su polvo cósmico dirigiéndose a él. También notó el endurecimiento por debajo del pantalón, cualquiera diría que era un miembro perfectamente vivo y con ansia de liberarse. Para ella, fue como la visión de la presa que detecta el peligro e intenta huir pero no había escapatoria. Advirtió como el polvo lo iba rodeando. “¿Por qué no?” pensó ella. Después de todo, era divertido devolverles a los hombres la lascivia que constantemente le obsequiaban a ella precisamente en esos días en los que ella triplicaba su poder; así que se quitó la mano del vientre y todo el polvo escapó para envolverlo a él.

El frenesí que él había comenzado a experimentar fue en incremento. Cerró los ojos y como si hubiese sido transportado a otra dimensión: la tenía a ella frente a sí expuesta en toda su gloria e invitándole con la mirada. Casi de inmediato se descubrió a sí mismo reconociendo las formas de ella que había imaginado a pesar de la gruesa bata de baño. Sus manos experimentaron la suavidad de su piel, su boca comenzó a beber el néctar de sus labios con la urgente necesidad de embestir su lengua ante la turgencia de lo encontrado. Sentía un cosquilleo alrededor de su cuerpo, podía percibir chispazos de colores. Sus manos subían y bajaban por todo el cuerpo de ella. Él se iba hinchando con el deseo apremiante de vaciarse dentro de ella completamente, buscaba y mordía su boca succionando la lengua de ella para gozar su suavidad, hundió su rostro en el cabello de ella y el aroma a coco lo puso más frenético. El gemido de ella cuando con su lengua rozó el nacimiento de su aureola, lo incitó a entrar y poseer; poseer con fuerza mientras las manos de ella se aferraban a su cabello. Sin embargo, en ese momento abrió los ojos para darse cuenta de que seguía frente a la instalación. La llave se le había caído y su respiración era agitada. Giró la cabeza y ella estaba exactamente ahí, en la misma posición, con una media sonrisa en los labios.

Manuela Herazo. Soy abogada, escritora y bruja. Las palabras son mi pasión y por eso vivo para ellas, he publicado algunos cuentos y un par de ensayos, tengo un poemario «Retazos» disponible en Amazon.

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