Recuerdo un 15 de junio de hace 5 años como el día que morí por primera vez. Intento reproducir en mi mente los hechos, lo único que permanece intacto es la imagen de la cerda a mitad de la carretera; el sol de la tarde caía sobre los árboles proyectando sombras sobre su cuerpo sonrosado. Ella miraba a los pocos curiosos que se habían acercado, atraídos por el rechinido de llantas y el golpe seco que siguió. Tengo en blanco el momento en que el animal salió disparado de la parte trasera de la pick-up por el impacto. Por un segundo preciso y eterno cerré los ojos por el miedo; miedo incrustado en mi columna, en mi lengua trabada incapaz de gritar; miedo de que la sensación de ir cayendo fuera tan real como Lou Reed y su Perfect day sonando una y otra vez en el reproductor de cd´s del auto. Miedo a que un líquido resbalara por mi cara, a que el metal incrustado mordiera mi piel y dejara un rastro de sangre entre las hierbas y al dolor enloquecedor a la vista de mi hijo y mi pareja, eternizados como una Coyolxauhqui de huesos imposibles. Abrí los ojos con alivio, el acelerador logró amortiguar el golpe y sólo destrozó la portezuela trasera. Abrí los ojos al miedo del conductor de la camioneta cuando se dio cuenta que se había quedado dormido manejando y su momento de shock por haber despertado estampado contra un auto al borde de la barranca, único obstáculo entre él, el cielo y la caída interminable. Y la cerda, con todo su miedo y recién preñada en una granja de inseminación artificial, única cerda en el mundo con el récord de 6 metros incrédulos de vuelo con un aterrizaje perfecto sobre su enormidad y su reclamo por la indignidad del lanzamiento vespertino contra una carretera que parecía haberse congelado. Y mi hijo y yo, desesperados por quitarla de en medio antes que un vehículo apareciera para arrastrarnos en su carrera demencial hacia la nada. Y la muerte nos sonríe detrás de sus ojos porcinos, nos mira fijamente y gruñe. Y en ese segundo de absoluta comprensión, sabemos que puede ser cualquier tarde en la que nos veremos a nosotros mismos reclamando inútilmente; cerdos con miedo a mitad de una carretera.

Azucena Robledo Lara. Me han publicado relatos en algunas antologías: “Retratos de la soledad” Ed. Trajín, México; “Llama de amor viva” Ed. Norte/Sur, México; “Microcuentos de terror en épocas del Coronavirus” Red de Escritores y Escénicas, Potosí, Bolivia; “Miscelánea literaria mundial –Agua vital” Red de Escritores y Escénicas, Potosí, Bolivia y “Mujeres vampiros” Ed. Gato Descalzo, Perú (próxima a editarse en ebook y en físico).
FB: MaRob Azul / Twitter: @MazucenaL