Estelí Morales Huitzil: Ximena

Ximena se va del bar a las dos de la mañana. El frío la hace detenerse a la salida para sacar de su bolso un par de guantes negros y una bufanda morada que hacen juego con sus botas.

Sale aquella noche para relajarse con un poco de música y un par de tragos. Tiene que replantearse si debe continuar en su empleo.

Esa tarde ha sido imposible. Le gusta su trabajo, pero está cansada de las insolencias de su jefe. Las últimas semanas el acoso es tan descarado que sus compañeros creen que le sigue el juego, o que ya se acuesta con él. Ximena no dice nada, necesita el dinero; sin embargo, quiere desaparecer en cada momento que su asqueroso y repulsivo jefe le dice de la manera más guarra que quiere cogérsela. Se siente atrapada.

Al entrar al bar, se toma un lugar en la barra como de costumbre, pide un tequila y limones. Quiere perderse en los acordes y ritmos de la música, pero cada vez que lo intenta, viene a su mente el recuerdo de su jefe entrando en su cubículo con su cuerpo grueso, desaliñado y grotesco, arremetiendo contra ella hasta quedar tan cerca de su cara que percibe el tufo que lo rodea. Con una mano, la acorrala y con la otra sostiene su pene lánguido, que parece tener vida propia como la de un parásito desproporcionado y cubierto de ventosas, queriendo adherirse a su cuerpo.  Se echa de un jalón su tequila y exprime un limón en su boca para deshacer la sensación de aquel recuerdo grabado en su mente hace un par de horas. Todo sucedió tan rápido que no recuerda cómo se ha librado de esa.

A pesar de estar sumergida entre sus pensamientos, escucha un sonido que la saca de ahí. No reconoce lo que oye, porque la música y el bullicio del entorno entorpecen la acústica que hay a su alrededor. Cierra los ojos y atenta logra distinguir el ruido ahogado de una succión acompasada. Su cuerpo se estremece y se pregunta cómo es que, a pesar del golpeteo de las botellas y vasos de cristal, la música en vivo y la plática animada de la gente, puede escuchar ese ruido que le hace sentir frío en toda su piel. Abre los ojos y gira la cabeza a su derecha con el fin de encontrar el origen del ruido. La succión se percibe más próxima. Voltea a su izquierda y ve a un hombre a punto de acercar su mano hacia la de ella. Por instinto, Ximena reacciona, toma un cuchillo que se encuentra cerca del bar tender y quiere clavárselo al individuo. No, no es la solución. El hombre se da cuenta de las intenciones de ella y se aleja sin dejar rastro. El resto de la noche transcurre tranquila.

Ximena sale del bar. Después de ponerse la bufanda y antes de abrigar sus manos, busca dentro de su bolso un cigarrillo y un encendedor. Ahí mismo lo fuma sin ninguna prisa. No hay necesidad de apurarse para llegar a casa, dormir lo justo y levantarse temprano. Ha decidido dejar de trabajar, presentar los motivos de su renuncia e ir con las autoridades, pues el jefe acosador merece un castigo. Camina hacia una calle transitada, y observa al otro lado de la acera a un perro acostado entre sus piernas, ella sonríe. Ximena mira a lo alto y la luna brilla y sonríe. El perro y la luna son testigos silentes de su decisión determinante.

Al bajar su mirada, algo la jala hacia un callejón oscuro. Algo, se abalanza a su cuerpo que, en automático, pone resistencia. Sus músculos se tensan. Quiere ver, pero la negrura del espacio en el que se encuentra no se lo permite. Siente cómo varias extremidades se deslizan a través de todo su cuerpo, recorriendo debajo de su ropa, entre sus cabellos, adentrándose a su ser. Quiere gritar, pero en su boca se anidan formas parásitas que ahogan sus gritos. Intenta forcejear, desatarse de esos nudos que rápidamente suben por sus piernas, atan sus brazos y su cuello. Y escucha, escucha con dolor esa succión acompasada que la desgarra, despedazándola por dentro.  

El perro se acerca temeroso al lugar de la escena, olisquea como queriendo encontrar y se ensucia la nariz con algún fluido que lo ahuyenta. La luna curiosa observa: alrededor de una gran mancha de sangre hay una bufanda morada junto a un par de botas del mismo color, además de unos guantes negros, y una extremidad que se retrae hacia las sombras para ocultarse.

Soy Estelí Morales Huitzil, docente de nivel medio superior. Egresada de la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica y de la maestría en Pedagogía. Sé que me gusta escribir, y aunque a veces me pierdo en la rutina de los días, regreso decidida a ese espacio que me permite plasmar mis sentipensares.

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