Alba Celeste López Huerta: La cuidadora

En mi madre se sostenía toda la acumulación del capital, aquella que les pertenecía a unas cuantas manos. Ella cuidaba de los enfermos y de los viejitos de la casa. Ella lavaba y planchaba, hacía de comer y cuidaba de nosotras. Ella sostenía la riqueza de las grandes familias con su trabajo no remunerado, en una jornada de más de 14 horas, sin prestaciones, sin vacaciones, sin conteo de horas extras.  

Sostenía a las grandes, medianas y pequeñas empresas. Y aunque, por una extraña razón su trabajo no era valuado en dinero, aun así, era el núcleo más importante en conjunto con la naturaleza, el cual sostenía la inmensidad de esta estructura económica abominable que a costilla de mi madre había hecho la acumulación de riqueza y la cantidad enorme de arte, literatura y cultura, elaborada por y para la cultura hegemónica masculina.  

Mientras los ocho tíos trabajaban, recogiendo las migajas de lo que les daban por su trabajo, mi madre cuidaba al abuelo Camilo, lo cuidó durante toda su enfermedad, durante todo el periodo antes de su muerte, antes de que un infarto cegara su vista para siempre. Mi madre lo alimentaba, lo cuidaba, le cambiaba el pañal, lo atendía con la paciencia con que me enseñó a escribir, por eso hoy escribo pensando en ella, en que mi madre y su trabajo sostiene todo lo que existe en nuestras civilizaciones.

Mi madre siempre fue una cuidadora, cuidó primero a sus hermanos mientras sus padres trabajaban, después, me cuidó a mí y a mi hermana, luego cuidó a los abuelos, las abuelas, las tías abuelas, y a todos los enfermos de gravedad. Mi madre cuidaba a todos los que no podíamos cuidar, los que trabajábamos. Y a los que trabajábamos nos pagaban un porcentaje mínimo de lo que representaba nuestro trabajo, que se cristalizaba en la mercancía, y ésta a su vez, enriquecía a los dueños de los medios de producción y la figura se replicaba a modo de fractal hasta llegar a aquellos que eran dueños de los grandes bancos, de las grandes empresas. Su riqueza se sostenía de robar a las y los trabajadores y a sus madres, que trabajan más turnos que cualquier otra trabajadora, que trabajan para sostener a las y los que trabajábamos. Por eso digo que, en mi madre, se sostenía toda la acumulación del capital, aquella que les pertenecía a unas cuantas manos. Porque ella cuidaba de los enfermos y de los viejitos de la casa. Porque ella me cuidó de niña. 

Y ¿cómo es que lo supe? Bueno, en realidad, lo pude ver con mis propios ojos. Un 1° de mayo, comenzaron a llamar a las cuidadoras; sinceramente, no sé a dónde iban. Solamente recuerdo que mi madre salió de casa en la mañana, los carteles convocaban a las cuidadoras con experiencia. No se sabía muy bien por qué, ni para qué, solo sabíamos que se iban y se quedarían por allá, un tiempo indefinido.   

Lo que pude percibir es que, como leí tantas veces en los libros de economía, las cuidadoras hacían un trabajo muy importante, que era el de la reproducción social de la vida, lo cual, permitía que fuera posible la explotación laboral. Por lo que, la ciudad se volvió un caos sin cuidadoras, realmente no había posibilidad de continuar asistiendo como si nada al trabajo en esa organización burocrática donde asesoraba el presupuesto.

A la falta de cuidadoras en la ciudad, las personas debíamos renunciar a nuestros trabajos, nos era prioritario, no permitir que las vidas de los viejitos, enfermos de la casa y niños se quedaran sin cuidado, la gente comenzó a dejar de asistir primero a los trabajos, después a las grandes tiendas, poco a poco, comenzamos a montar cultivos en las terrazas, jardines y azoteas, lo que plantábamos era lo que podríamos comer. Al año siguiente comenzó un tianguis de intercambios, las organizaciones estatales no pudieron sostenerse sin el pago de impuestos, el dinero perdió su importancia cuando no intervenía en los ámbitos más importantes de nuestras vidas y cuando el trabajo que hacíamos las personas era para nosotros mismos y nuestras familias.  

Extraño tanto a mi madre, pienso que un día, cuando las cuidadoras regresen, sabrán lo importantes que fueron, al ver lo que causó su ausencia, al ver, al darse cuenta de que, en ellas se sostenía toda la acumulación del capital, aquella que les pertenecía a unas cuantas manos. Porque ellas cuidaban de los enfermos y de los viejitos de la casa. Porque ellas cuidaban de las infancias.

Mi nombre es Alba Celeste soy filósofa, escritora y profesora. Apasionada de las letras y la investigación. Me gusta ficcionar premisas filosóficas y filosofar en narrativas fantásticas.

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