Valeria Hernández Romero: La comida no debería sangrar

Hace un tiempo que Marita se cuestionaba si realmente necesitaba la carne de otro ser para sobrevivir. Ese pensamiento continuo la atormentó por días, hasta que, como buena carnívora, decidió ignorarlo.

En un día lluvioso, mientras comía de su plato el cadáver de otro animal, se dio cuenta de que su comida comenzó a sangrar. “Eso es normal en los cortes de carne”, pensó. Quizá solo hacía falta cocerlo un poquito más. Intentó otra vez. Cuando volvió a hundir en el pedazo de cadáver de ternero su tenedor, de este salieron borbotones de sangre que le salpicaron la ropa, y ella, horrorizada por aquella escena, se retiró de la mesa, lavó su falda tan blanca con esmero, pero nada podía borrar esa mancha de un rojo tan profundo que parecía casi hipnótico.

Al día siguiente, decidió intentar una vez más. Pollo, en esta ocasión, una “carne más noble”. El pollo no sangra, ¿cuándo se ha visto que un pollo sangre? Perfecta cocción, Marita se dispuso a saciar el hambre que le volvió, después de la perturbadora escena de la noche anterior, al oler el aroma de las especias con las que disfrazaba el olor del cadáver en proceso de putrefacción. Tomó tenedor y cuchillo, ¡qué rico platillo, ahora sí se había lucido! Pero al tocar su deliciosa creación, tan sólo con la punta afilada de su cuchillo, se derramó sobre ella, como si fuera el cadáver que le escupiera, más de esa sangre espesa y profundamente carmesí.

Aterrorizada, completamente desquiciada, se dirigió al baño sin poder probar ni un bocado. Al mirarse en el espejo vio la imagen de una vieja película de horror materializada en su rostro, y después de remojarse por más de una hora en sus lágrimas y el agua de su bañera, llamó a Andrea, la única a la que podía confiarle el extraño suceso que jamás, en 26 años viviendo omnívora, le había ocurrido.

—¿Sabes qué son el pollo y la ternera en tu plato? Bebés, bebés de las gallinas y las vacas— le dijo Andrea.

—Ya.

—¿Y sabes qué pasa para que esos bebés puedan ser tu comida?

—Supongo que…

—Pasan por el matadero, donde se encuentran en condiciones tan terribles, que es casi tortura, antes de ser asesinados, desollados, descuartizados ¿Y luego qué? Tú vas a comprarlos al supermercado en paquetes comprimidos para ir a casa a cenar. Bebés asesinados. Lo que tú comes, es básicamente la huella que deja la muerte.

Las palabras de Andrea la dejaron helada y, mientras el frío recorría cada vértebra de su espalda, se dio cuenta: la comida no debería sangrar.

Me nombro poeta, bailarina, abortera, feminista, periférica y antiespecista, creadora escénica y circense, mi principal línea de interés artístico es recuperar y acuerpar las historias contadas desde las voces y memorias de las mujeres, para las mujeres.

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