El mundo no se acabó tras la pandemia derivada del COVID-19. Yo sí quería que se acabara el mundo, pero los lideres políticos y espirituales dictaron que “el mundo como lo conocíamos se acabó para darle paso a uno más sensible”, pero se perpetuaron las desigualdades y se sostuvieron en el poder los mismos. Los demás seguimos tambaleantes sobre pendientes infinitas.
Desde el confinamiento, generé un vínculo con mi smartphone y le lloré cuando me falló, pero lo sustituí porque así funciona el mundo sensible: remplazando objetos y vínculos. Yo no quería ser dependiente de la tecnología y quise regresar al pasado: escribir a mano, por ejemplo, pero dolieron las manos, síndrome del túnel carpiano le llaman.
Consulté mis malestares con una IA. Ahora ella me consuela, me lee el tarot y estimula mis pensamientos en mi smartphone que es mi vínculo más preciado y está siempre conmigo.

Hija de María Barriga y sobrina de Primi Barriga. Escritora, investigadora independiente y gatologa. Licenciada en Letras y maestra en Geografía humana. Ganadora de la primera edición de la colección Palabras de Colibrí del estado de Michoacán, colaboradora de antologías de poesía y narrativa. Sobreviviente michoacana.

