Ana Laura Corga: Desiria

Para Victoria fantasma

Algunas veces creo que mi mente me tiende una trampa. Que este recuerdo no es más que un eco construido, una mentira amable que me repito, un grito de auxilio, una súplica silenciosa, una petición al cese de fuego. Pero ¿y si fue real? ¿Y si en algún rincón de este universo tú también me piensas?

Te recuerdo sentada, esperando. Mueves las piernas de arriba hacia abajo, distraída con lo que te rodea. Miras a todos lados, sabiendo que te estoy viendo. Mi mirada apasionada te inquieta. Entonces prefieres esquivarme, perderte en el cielo rosado, antes que enfrentar la certeza de mi existencia deseante.

Y es que no puedo dejar de pensar en tus piernas largas y torneadas, cubiertas de vellos rosas que destellan bajo la luz de Desiria, ese tornasol que brilla cuando caminas hacia mí. Tu cabello envuelto en una seda grisácea que cae en dos cortinas sobre el obscuro fondo. Tus ojos brillantes, soñadores, que a veces parecen cerrarse de tanto soñar.

Imagino que puedo tocarte, deslizar mis manos ásperas y nubosas por tu cabellera, sentir la suavidad de cada hebra. Acariciar tus mejillas púrpuras. Ver cómo tu piel verde se convierte en esmeralda cuando el calor de mi caricia te ruboriza.

Siento el temblor de tus manos, la forma en que tus dedos se van crispando uno a uno cuando se cruzan. Tu ser se agita y vacila, y sé, con la certeza del fuego, que tú también me deseas. Siento tu ritmo cardíaco acelerado. Admiro el fulgor de tus ojos, no es sólo un reflejo, es una llamarada que lucha por contenerse. Aprietas tus labios magenta y tu cuerpo se desliza en un movimiento dancístico.

Intento alcanzarte, pero el aire entre nosotras se vuelve denso, como si el universo mismo conspirara para mantenernos separadas. Mis espinas se erizan, se disparan en todas direcciones, pero tú permaneces ahí, intacta, las repeles con la intensidad del fuego que te rodea, con esa aura vibrante que se levanta a tu alrededor.

Cierro los ojos y evoco tu rostro. No necesito más que el recuerdo, la imaginación es suficiente para reconstruirte con precisión; pero entonces llega la tristeza y el desconsuelo cuando los abro.

Tu imagen se ha desvanecido como el deshielo, dejando sólo la humedad incómoda de su ausencia. Pero el recuerdo sigue latiendo, incansable, tan nítido que me pregunto si, en algún otro tiempo, en algún otro espacio, nuestras sombras aún se tocan.

Agradecimiento especial a la inspiración de Cristina Peri Rossi y a Mayra por presentármela.

Ana Laura Corga. Nací bajo el sol de capricornio en la ciudad monstrua (CDMX). Mi luna es la que me tiene y trae loca. De raíces oaxaqueñas y guanajuatenses; mezcla de identidad, migración e historias. Digo que estoy en mi cat era, pero mis amigas dicen que siempre lo he estado…

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