Nunca supo exactamente cuándo ni cómo pasó. Todo resultó tan gradual que fue difícil darse cuenta de lo que realmente acontecía. Próximamente, se hubiera cumplido su aniversario de bodas, pero la celebración nunca llegó.
Estela era una mujer difícil de descifrar, era fría y misteriosa, así que cuando todo aquello sucedió, él ni siquiera logró darse cuenta a tiempo, quizá hubiera podido impedirlo… Simplemente, un día Estela desapareció. La desaparición fue precedida por largas caminatas nocturnas en las que volvía desorientada, sin habla y con los ojos perdidos. Él en su enojo por las constantes evasivas de su mujer, y creyendo que eran infidelidades, nunca se dio a la tarea de investigar lo que sucedía. Fue hasta que recibió la llamada de un viejo colega del trabajo que se enteró. Éste había visto a Estela entrando a un edificio abandonado, su ropa se veía desgastada y su cabello enredado y sucio.
Intrigado por esta lastimosa descripción, visitó aquel edificio. Al entrar en el departamento 17, pudo vislumbrar a su mujer yaciendo en un mar de sangre y fluidos, con los ojos en blanco mientras era penetrada por un amasijo de carne y cartílago. Por más que quería, no podía apartar la mirada de aquel macabro espectáculo. Su asco y preocupación se convirtieron en horror cuando se percató de que por vez primera veía a su esposa gemir de placer.

Me llamo Gabriela Ramírez, tengo 27 años y soy de la Ciudad de México. Soy docente e investigadora, en mis ratos libres me gusta escribir, leer y ver películas. Me encantan los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción.

