Preparé el nido,
y expulsé con amor,
una Monstera artificial.
Mi vientre abultado,
dolorido,
ya decía:
hay alguien aquí.
No tuve hombre,
pero así recuerdo,
que una partícula de plástico
fue fósil alguna vez,
y el mar es siempre
su primer padre.
Alguien de manos pequeñas,
vio sus hojas,
y pensó en monstruos.
Yo sí tengo manos grandes,
son para cuidarte.
Hija, digo esto,
y de pronto siento
que te pareces a mí.
La llevo a su maceta
sin tierra dentro.
No crecerá.
Esa será su cuna y su casa.
No eligió el suelo,
igual que nosotros.
En todo caso
me alegro,
pues no será bulto de oficinas.
Me consuelan:
parece natural,
mira,
tiene manchas,
lunares marrones.
Pienso,
la naturaleza es
lo que muere de a poco.
Dije antes
que yo he parido,
que ella ha nacido.
Y con todo,
no sé si realmente vive.
En el fin de los tiempos,
mi hija verde
asomará su color,
entre los escombros.
Mi tímido rayo de luz
que no será cierto.

Liliana López León (Mexicali, Baja California, 1984). Soy narradora, poeta y ensayista. Soy doctora en Medios, Comunicación y Cultura por la Universitat Autònoma de Barcelona. He publicado en la Revista Sputnik, en Espejo Humeante y en El Septentrión. Obtuve el Premio Estatal de Literatura 2022 de Baja California en Poesía. El cine, las bicicletas y los gatos están muy presentes en mi mundo.

