Karla Arroyo: Solistalgia

Los Orbituxes recuerdan las desérticas playas de mares congelados, una extraña nostalgia colectiva de un mundo que se originó en un clima inconcebible para la humanidad.

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La comunidad Seleg estaba conformada por mujeres que dedicaban su vida a preservar el patrimonio universal de las rocas estelares; dentro de las cuales, el destino de la Tierra dormía en espera de encontrar las condiciones óptimas para eclosionar.

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Los Orbituxes, eran seres provistos de capas múltiples de plumaje especial, uno capaz de resistir temperaturas congeladas, improbables para el desarrollo de la vida en el ercer
planeta.

El culto de las Seleg persistía hasta nuestros días, 2324. Sus ancestras, una sociedad matriarcal que guardó celosamente los secretos milenarios de los Orbituxes y los legó
intactos. 
No fue hasta que un porcentaje mínimo de población planetaria sobreviviente a las heladas, supo de los Orbitux cuando éstos se dejaron ver apenas como pequeñas bolas plumíferas que nacieron de las que se creían rocas.

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Las multicapas de diminutas plumas se mecen al paso de la primera ráfaga de viento. Ellos, los Orbitux, predicen cuando llegará la tormenta eterna; cada fibra de su afelpado cuerpo sabe que la nueva era glacial está por comenzar. Su esplendor resurgirá.
Parecen flotar en la superficie nívea que resplandece con el reflejo de un sol que se torna
violeta con el paso del tiempo.

Nadie entiende cómo pueden ver a través de la nube ante sus ojos.

Hablan en el lenguaje del agua, se comunican con chasquidos e imitan la antigua clave morse, es así como los neohumanos los entienden.
No se puede adivinar la forma debajo del espeso plumaje, nadie los ha visto sin él. Sus brazos larguísimos están cubiertos por una resistente y arrugada piel que enrojece con las heladas, caminan erguidos en dos pies que son muy grandes en proporción a su cuerpo.

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Las profecías se cumplieron: seres nunca antes vistos, protegerán a las últimas generaciones de humanos, aquellos que ayudarían a aclimatarse a la gélida Tierra. Entonces, los Orbituxes los adoptarían, era el turno para que la humanidad fuera guiada por aquellos que no conocían devastación alguna. Estaba escrito que su misión retribuía a la del antiguo clan Seleg.

Vivo en Cuernavaca, soy diseñadora de la comunicación gráfica, y me gusta contar historias que transitan en los géneros fantásticos. Autora del libro de minificción «No querrás encontrar a las hadas, editado por Lengua de Diablo». Amo el café, los gatos y las artes marciales.

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