Karen Padilla: Rara la erre del jardín

Mi hijo salió al jardín y encontró una letra.

Era pequeña, torcida, parecía un insecto dormido.

La tomó con cuidado, como si pudiera romperse y me dijo

—Mira, mamá. Una erre.

 

No supe cómo había llegado ahí.

Tal vez se desprendió de alguna palabra que ya no usamos

Rojo, recompensa, reírse fuerte.

Tal vez pertenecía a alguien que la perdió.

 

Él la sopló y la letra se movió.

Giró en el aire como diente de león,

Una pelusa que buscaba sitio en su boca

Y cuando la tocó con la lengua,

La erre despertó: vibró, trémula,

Como si dentro de ella hubiera estado contenida una tormenta.

 

Por primera vez dijo perro, carro, terror

Y el sonido retumbó por toda la casa.

Las ventanas se empañaron, los vasos tintinearon

Las paredes respiraban.

 

La erre es una letra peligrosa, le dije.

Vibra la garganta, pide aire, exige cuerpo

Para pronunciarla hay que atreverse a darle vida

 

Desde ese día, puede decirlo todo

Dice río, raíz y ratón

Dice rabia y no se le cae la letra de la boca

Dice amar y entiende que viene con respeto

Pero también ha aprendido a decir rencor, riesgo y remolino

 

Lo escucho y sé que algo cambió

Las letras son los huesos del mundo,

Y el aprendió a sostenerlo con su voz.

 

Algunas noches, oigo la erre caminar por el pasillo.

Golpea las puertas, roza las paredes, se arrastra bajo la cama.

Si se le encierra, el aire se espesa,

Los relojes de detienen, las palabras se pudren en la repisa.

La erre necesita pronunciarse, o se muerde a sí misma.

Por eso la dejo andar, que su sonido repte por las esquinas

Que guarde su silencio cuando se cansa

 

Anoche la vi.

Estaba agachada junto a la cuna, vigilando a la hermana menor,

Que dormía con los rizos sobre la frente.

La erre se movía despacio, como un reptil tibio,

Ronroneaba secretos por lo bajo, como si la arrullara.

Tuve miedo de apartarla, pero entendí que ella también velaba

Que la palabra recién nacida también necesita una guardiana.

 

Ahora quiero que mi hijo aprenda a decir lo importante.

Que la erre no sea solo para rugir

También para reparar, reconstruir, reescribir.

 

Quiero que rompa narrativas

Quiero que quiera devolver las letras a su lugar:

Revivir, resurgir, resistir

 

Quiero que la palabra mujer

le salga suave de entre los dientes

 

Y cuando todo duerma,

Y la erre ronde en los rincones de nuestro hogar,

Que todos la pronunciemos sin miedo

Ingrávida.

Escritora y psicoterapeuta. Autora de La Mugre por editorial Ocelote. Una de las Ganadora de cuento corto de escritoras mexicanas.

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