Mi hijo salió al jardín y encontró una letra.
Era pequeña, torcida, parecía un insecto dormido.
La tomó con cuidado, como si pudiera romperse y me dijo
—Mira, mamá. Una erre.
No supe cómo había llegado ahí.
Tal vez se desprendió de alguna palabra que ya no usamos
Rojo, recompensa, reírse fuerte.
Tal vez pertenecía a alguien que la perdió.
Él la sopló y la letra se movió.
Giró en el aire como diente de león,
Una pelusa que buscaba sitio en su boca
Y cuando la tocó con la lengua,
La erre despertó: vibró, trémula,
Como si dentro de ella hubiera estado contenida una tormenta.
Por primera vez dijo perro, carro, terror
Y el sonido retumbó por toda la casa.
Las ventanas se empañaron, los vasos tintinearon
Las paredes respiraban.
La erre es una letra peligrosa, le dije.
Vibra la garganta, pide aire, exige cuerpo
Para pronunciarla hay que atreverse a darle vida
Desde ese día, puede decirlo todo
Dice río, raíz y ratón
Dice rabia y no se le cae la letra de la boca
Dice amar y entiende que viene con respeto
Pero también ha aprendido a decir rencor, riesgo y remolino
Lo escucho y sé que algo cambió
Las letras son los huesos del mundo,
Y el aprendió a sostenerlo con su voz.
Algunas noches, oigo la erre caminar por el pasillo.
Golpea las puertas, roza las paredes, se arrastra bajo la cama.
Si se le encierra, el aire se espesa,
Los relojes de detienen, las palabras se pudren en la repisa.
La erre necesita pronunciarse, o se muerde a sí misma.
Por eso la dejo andar, que su sonido repte por las esquinas
Que guarde su silencio cuando se cansa
Anoche la vi.
Estaba agachada junto a la cuna, vigilando a la hermana menor,
Que dormía con los rizos sobre la frente.
La erre se movía despacio, como un reptil tibio,
Ronroneaba secretos por lo bajo, como si la arrullara.
Tuve miedo de apartarla, pero entendí que ella también velaba
Que la palabra recién nacida también necesita una guardiana.
Ahora quiero que mi hijo aprenda a decir lo importante.
Que la erre no sea solo para rugir
También para reparar, reconstruir, reescribir.
Quiero que rompa narrativas
Quiero que quiera devolver las letras a su lugar:
Revivir, resurgir, resistir
Quiero que la palabra mujer
le salga suave de entre los dientes
Y cuando todo duerma,
Y la erre ronde en los rincones de nuestro hogar,
Que todos la pronunciemos sin miedo
Ingrávida.

Escritora y psicoterapeuta. Autora de La Mugre por editorial Ocelote. Una de las Ganadora de cuento corto de escritoras mexicanas.

