Liliana Santiago Ramírez: Oye, Xime

Se nos había vuelto rutina ver anime todos los viernes. A pesar de que éramos tan diferentes, preferías quedarte conmigo en lugar de salir con tus amigas.

Empezó cuando cursábamos tercero y segundo de secundaria y fue “Trinity Blood”, un anime de vampiros, que nos atrapó en ese mundo gótico y futurista, con un opening que aún recuerdo y escribimos en una libreta para memorizar cada palabra que siempre cantabas conmigo como si supiéramos japonés. “Buck tick”… Así se llama el grupo que interpretaba la canción de Dress. Esos fueron nuestros inicios.

La mayoría de las veces yo compraba los discos. Me dejaba llevar por la portada y por la sinopsis que, a veces, venía incluída en el reverso de la caja. Ahorrábamos el  dinero que nos daban para almorzar en la escuela y, así, poder comprarlos. Mis gustos eran básicos: me encantaban el género Shonen como Caballeros del Zodiaco, Death Note, Inushaya, Evangelion; las peleas, golpes y finales inexplicables se habían vuelto parte de nuestra cotidianidad.

El último verano que pasamos viendo animes fue antes de que entraras a la Universidad. Encerradas en la habitación, con el calor del verano y sin ningún ventilador, dormíamos a las cinco de la mañana y despertábamos a medio día para ver “Naruto”.  Nadie nos vigilaba ni nos decía nada. Mis abuelitos nunca nos regañaron por encerrarnos a mirar todo el día animes. Ni siquiera recuerdo que comiéramos, sólo sé que tardábamos hasta dos semanas en bañarnos. Lo único que queríamos en ese momento era ser Hogakages.

A veces, te atrevías a escoger el nuevo anime que veríamos, y ahí me daba cuenta de que tus gustos eran más del género Shojo; te encantaba el drama, los romances con sus triángulos amorosos y, los vampiros. A mí, me desesperaba un poco cómo fluían los personajes.

“Nana” fue, quizás, o mejor dicho, ha sido uno de los animes que más me recuerdan a ti. Éramos unas adolescentes cuando llegó a nosotras; no sabíamos nada sobre el amor y probablemente aún no lo sepa, pero en esa época los temas románticos me parecían complejos porque en nuestro entorno no se hablaba de sexualidad o de deseo sin tabúes ni clichés. Pero la manera en que la autora construía personajes imperfectos y rotos en la búsqueda del amor si pudo convencerme de “algo”.

Las dos Nanas se conocen por casualidad en un tren rumbo a Tokyo. Y, aunque, sus personalidades eran distintas, compartir el mismo nombre las lleva a vivir juntas y a crear lazos que las harán inseparables. Nana Komatsu idealizaba el amor, un concepto que no comprende del todo, pero que busca con desesperación en cada hombre que conocía; mientras, Nana Osaki se aferra a una única persona, con quién da su primer beso, quizás, su primer abrazo y, quien fue su primer vínculo afectuoso y sexual.

Antes, bromeamos quién se debería quedar con que Nana, y cuál era la persona que realmente las haría felices. Vivimos ese anime muchas ocasiones, en diferentes etapas de nuestras vidas, y cada vez había ahí, una nueva respuesta. Ahora, sé que el mejor final de Nana es que estén juntas “ellas” sin la necesidad de ningún hombre.

Probablemente, fuimos Nana Komatsu buscando un concepto mal entendido; alguna vez, creímos que de alguna forma como esa tenía que funcionar el amor. O fuimos Nana Osaki aferrándonos a un vínculo desgastado y dañino.

Nunca pensé tatuarme.  El solo hecho de  impregnar algo en mi piel y que, después, se volviera parte de mi cuerpo no me agradaba o, más bien, no me interesaba. Hasta ahora que necesito adherirte a mí, y saber que exististe y recordarte.  Al principio, pensé tatuarme algo de “Naruto” porque lo acompañamos juntas desde su niñez y, luego, lo vimos llorar, amar, volverse fuerte, estar solo y tener amigos. “Naruto” nos hacía reír con su personalidad escandalosa e impulsiva, pero desistí. Pensé en algo de “Ataque a los Titanes”, un anime que no quise ver contigo porque me provocó ansiedad mirar gigantes torpes comiendo humanos. (Aún recuerdo cuando te descubrí viéndolo. Ya habías terminado la Universidad y estabas en tu habitación, me acerque un rato y me invitaste a verlo contigo en la computadora. No terminé el capítulo y me fui.) Cuando ya no estabas decidí verlo. Ahora es uno de mis animes favoritos. Podría enlistar qué personajes me recuerdan a ti y por qué, pero, al final, me di cuenta que tenía que ser Nana, porque tú eres mi Nana.

Liliana Santiago Ramírez originaria de la comunidad de San Miguel Caltepantla,
Tecozautla, Hidalgo. Estudió en la Universidad Autónoma de Querétaro la
licenciatura en Estudios Literarios; cuenta con tres diplomados, uno en Estudios Culturales, el segundo en Guion Cinematográfico de Ficción “Escribiendo Cine”, por la Universidad Autónoma de Querétaro, el tercero en Literatura contemporánea escrita por mujeres, por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Su primera antología de cuentos “Escucha correr el agua del arroyo” está inspirada en las mujeres y espacios de su municipio Tecozautla, Hidalgo. Su segunda antología son cuatro cuentos infantiles que tocan temas como el respecto y amor a la naturaleza, desarrollándose en un entorno rural. También cuenta con tres colaboraciones en diferentes antologías; “La mano peluda” para la colección “Las sombras que desafían la verdad” por la editorial Bitácora de vuelos ediciones, su cuento “Tierra mojada” forma parte de la antología erótica “Todas las alegrías
de la carne” por la editorial Cipselas y su cuento “Lluvia de mayo” para antología
“Caminos de Tierra y Maíz” por la editorial Letras Negras.
Ha participado en el programa de radio “Labios Violeta”; en el programa de televisión “Capital de letras” de Capital 21, donde leyó dos de sus cuentos: “Carnaval” y “La espera”. En 2020 su cuento “Nostalgia Nocturna” fue seleccionado para ser leído el “Día De Las Escritoras” en la Biblioteca Nacional de México. En 2023 participó en cuarto Festival Internacional “La mujer en las letras”. También en 2023 ha sido pre- jurado en el SUSTEFEST festival internacional de cine de suspenso, terror y sci-fi.

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