Linda Acosta: Chischús

”Existe una palabra para definir el momento en que fantasía y realidad se mezclan: locura”

-Laia Soler.

I

La lluvia se había vuelto una constante para anunciar los cambios que sacudían la pequeña Villa que habitaba en mi cabeza. Recurrente epístola atmosférica, suave o fría, cúmulo de ira o levedad acalorada.

Las duchas del manicomio, es decir, “hospital de salud mental” (como me aclaraba la enfermera debía llamar al encierro), se entonaban armónicamente con las primeras lluvias del otoño, más cíclico que las ruedas del patinete que me llevó a rodar por los suelos en la fortuna de un accidente con final en un hospital. Cuatro puntos me pusieron en la mollera, tres en la pierna. Tan solo tenía once años, el patinete me hacía volar, eso es lo que yo más deseaba, volar entre las gotas de la nubes a la libertad.

II

Sólo recibía baños de esponja durante mi recuperación. Postrada en una cama llena de vendas, sin poder hablar. Poco a poco comencé a recuperar mi nueva realidad. Abierto el telón, cerrada la fisura craneal, las gotas de la precipitación en el pavimento.

Cuando pude volver a usar la ducha, en el mismo instante que abrí la llave de la regadera un trueno despertó las voces de la Villa en mi cabeza. Empezó a llover afuera, y yo empecé a escuchar la lluvia en mi cerebro, hasta afinar el sonido de un baile de claqué en la historia que se me fue revelando charco en charco.

Mamá nunca supo de esto, ella temía que yo pasara demasiado tiempo en la regadera. Claro, ella no sabía que estaba siendo compensada por todos los dioses y diosas del universo, hasta el culmen de poder tener mis propias historias al caer de las gotas. Drop, drop, drop. Era evidente que la Villa se llamaba ´Drop´, así se presentó el primer sonido en mis adentros.Tatiana Paraguas, Jorginho Botitas, Chelo Chubasquero,  Mr. Ploc, la señora Plinc, el perro “Glu Glu”, el gatito “Gotita”, y hasta la Rainbowbrite. Todos empezaban a contarme historias nada más llover o nada más meterme a bañar.

Todo se empezó a complejizar cuando murió  mamá. Yo tenía 15 años, y unos dolores de cabeza que se me quitaban con el sonido del agua. Pero cuando mamá murió mi padre me dejó con el suyo, mi abuelo; mientras, papá se fue a los Estados Unidos para ganar más dinero y años más tarde ya no supimos de él.

III

El abuelo era viudo, la abuela murió dos años antes que mi mamá. Una enfermedad de esas que son incurables, y que no sabes cuándo acabará, pero llega el día final y, no hay nada más que soportar la ausencia de los que se han ido… Eso hacía y decía el abuelo “soportar la ausencia”. Yo por el contrario me metía a bañar varias veces al día para encontrar sentido de los que habían llegado a habitarme.

Unas risas, mientras el abuelo pura seriedad. Él no entendía, pero en algo nos entendimos. Yo ya no podía ir a la escuela, así que empecé a estudiar a distancia y a ocuparme de los quehaceres de casa. Hogar, el que sentía dentro de mí. Yo era puras risas, saliendo de bañarme, o después de lavar los platos, eran puras risas para mis adentros. Ese gatito “Gotita” era tan gracioso, y el perro “Glu, Glu”… Jajajaja.

El abuelo se fue haciendo más viejo, creo que esperó a que yo fuera mayor de edad para enseñarme a vender dulces y cigarros en el puesto que tenía. Llovía esa vez que me llevó al puesto. Y si vendí, y de ahí supe que salían las monedas para comprar y pagar cosas de casa. Una casa familiar, un poco vieja con alguna gotera. Era húmeda, y había manchas en algunas paredes. El abuelo empezó a toser mucho, y una noche que llovió como nunca, el abuelo se fue para siempre. Me quedé sin nadie fuera, pero dentro de mi cabeza Villa Drop era toda algarabía. Puras risas. En el velorio del abuelo no paraba de llover, y yo no paraba de reír. Me llevaron a un rincón y alguien llamó a la ambulancia. Me encontraron bajo la lluvia cantando la canción que me enseñó Chela Chubasquero:

“Soy Graciela Chubasquero,

Pero me dicen la Chelo

Tú  papá se fue primero

Luego el muerto fue tu abuelo.

Niña canta, niña canta,

que la lluvia todo limpia,

niña canta, niña canta”.

IV

Creen que estoy loca, dicen que mi salud mental es un diluvio evidente, que la tierra, mi cuerpo, se ha inundado de emociones incontrolables. Se atreven a tenerme lástima. Yo vivo entre las nubes desde ese día que aprendí a volar con el Chischús.

Epílogo.

Mi familia fue diluida, como el destino de una acuarela con exceso de agua. Es un destino obvio, aunque nadie quiere aceptarlo. El agua fluye, vive en el presente. Eso es lo que hago. La villa Drop existe gota a gota. Afuera, todos corren, buscan tener “los pies en la tierra” A mí me gusta volar con la lluvia.

Mi familia era un agregado de almas con escasos recursos, con una salud frágil. Del otro lado, dentro de mí había riqueza. La lluvia se había vuelto una constante para anunciar los cambios que sacudían la pequeña Villa que me habitaba. Recurrente epístola atmosférica, suave o fría, cúmulo de ira o levedad acalorada; todo discurre en un círculo perfecto, como las ruedas del patinete.

Soy Linda Acosta, mujer de reflexión a través de las letras. Escritora y poeta, habito los mundos de la fantasía, los versos rimados y la amistad. Actualmente estoy cerca del gran río Ouse, en Inglaterra. Cuido un jardín que tiene salvia, romero, lavanda, y otras flores. Juego al tarot. Pinto ocasionalmente. Me estoy formando como trabajadora en un jardín de infancias. Me gustan los títeres.

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